¡Sí, Chef!, o de cómo la segunda temporada de ‘The Bear’ te lleva al éxito, a pesar del autosabotaje

Cuando se anunció la segunda temporada de The Bear, televidentes y críticos por igual se emocionaron. Yo, por mi lado, no sé por qué creí que me iba a quedar con la duda de si Carmy abría o no The Bear en el local de su hermano, porque sentía que el final de la primera parte existía entre los personajes cierta paz, como una tregua obligada con sus circunstancias mezclada con cierto optimismo de un futuro.

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Y creo que nos tocó esperar mucho para saber si ese sentimiento persistía o se transformaba, ya que, a diferencia de Hulu, quien tuvo el estreno de esta segunda entrega a mediados de junio de 2023 —asegurándose el espacio de la serie del verano—, Star+ la estrenó el 16 de agosto, casi tres meses de diferencia el los que muchos tuvimos casi que esquivar ‘spoilers’ (aun así vi varios clips de Richie cantando Taylor Swift en su carro, y diciéndole a su exesposa que había conseguido boletas para el concierto y si quería acompañarlos a él y a su hija).

El primer capítulo te trae de vuelta a esa decisión, ese sentimiento de emoción controlada, con optimismo, pero con reserva, frente a lo que supondría montar lo que tanto tiempo llevaban soñando Carmy y Michael. 

Necesitando ayuda para organizarse, Carmy decide incluir a Natalie (a quien le dicen Sugar), su hermana mayor, en el desarrollo del proyecto del restaurante. Este es un gesto que demuestra las ganas que tiene de mejorar, de crecer y de recibir ayuda de alguien más, así le cueste, por su costumbre de guardarse sus problemas.

Con Natalie y Sydney al frente, y con el dinero del tío Cicero, arranca una temporada que logra mantener la magia de la primera, y, aunque le baja un poco al caos, aumenta las tensiones.

Y es que en la segunda parte The Bear se concentra más bien en cómo somos capaces o no de aceptar que nos merecemos el éxito cuando trabajamos por ello.

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The Bear vuelve y te llena de momentos de desarrollo de personaje que te devuelven la fe en la humanidad, como Tina, empezando clases de cocina y tomando con orgullo su puesto como sous-chef; o Marcus, dejando atrás el miedo y sus reservas, yendo a aprender a Copenhague a estudiar panadería.

Y el que es para mí el mejor capítulo de la temporada, Forks, en el que Richie pasa una semana aprendiendo del negocio de los restaurantes de alta cocina y no solo aprende a ser el anfitrión ideal para The Bear, sino que se da cuenta de todo lo que como persona tiene para ofrecer, se entera de que él es alguien con talento para lidiar con las personas, anticiparse a sus necesidades, simpatizar con ellas y mejorar sus experiencias. Richie encuentra su propósito y por primera vez se permite a sí mismo disfrutarlo. 

La cosa es que, como ya sabemos, en The Bear, nunca todo va a ser positivo. De hecho, es fácil perder todo ese optimismo que acabo de mostrar con todos los momentos de autosabotaje y desastre inminente que caracterizan las situaciones de la serie. 

Sydney se pasa casi toda la temporada dudando de sí misma, demostrando lo similar que es a Carmy en ese sentido, ella duda de su talento, de sus capacidades, de su potencial y más de una vez duda de Carmy, más cuando todos le dicen que debe de tener un socio en quien confiar.  

Carmen, por su parte, se rencuentra con una amiga de la infancia, iniciando un romance que parece darle demasiada paz. Esta relación con Claire nos regala un excelente monólogo sobre el ocio o tiempo muerto y, como él no está acostumbrado a tenerlo, no sabe cómo apreciarlo. Lo que en cierta forma me rompe un poco el corazón con este personaje es el hecho de que, aunque sabe que se merece esa paz, ese éxito, nunca se da la oportunidad a sí mismo de disfrutarlos y, al final, destruye todo lo que le costó tanto construir.

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Y no puedo hablar de esta serie sin mencionar a Fishes, el sexto capítulo de en el qué, después de un inicio de temporada casi en paz, nos lleva atrás en el tiempo para ver con detalle, por casi una hora, cómo era la navidad en a casa de los Berzatto, cuando Michael aún estaba vivo y Carmen no vivía en Chicago. Este capítulo es confuso, ruidoso y abrumador como son las reuniones familiares; más en ocasiones espaciales cuando existe entre todos un trato silencioso, de no romper la delicada paz que se respira entre las tensiones habituales de las relaciones.

No voy a decir que sea un episodio fácil de ver. Al contrario, uno queda cansado de toda la fuerza que se hace, pero este es una pieza de suma importancia para entender muchas cosas sobre la personalidad de los hermanos Berzatto y de Richie, y es una representación casi literal de cómo se riega y salpica el presente de las personas el trauma del pasado. Otro plus es el elenco de este capítulo.

La segunda temporada de The Bear brilla, entonces —a diferencia de su primera parte—, no solo por la profundidad que da a las batallas internas y externas de sus personajes, sino que también le da vida al restaurante de una manera diferente.

Aquí ya vemos la ciudad como otro personaje importante. Chicago es una ciudad icónica de los Estados Unidos, en especial, por su arquitectura, y esta serie termina siendo una carta de amor a esta ciudad que hace parte innegable de cada personaje, de su comida y, al final, es un elemento inseparable del restaurante. 

The Bear no le tiene miedo al cambio, y debo de celebrar que el éxito no se le haya subido a la cabeza, porque así puedo concluir la segunda parte de mi reseña con una última invitación: a disfrutar de las cosas que nos ganamos, sea como sea que lleguen a nosotros, porque realmente no sabemos esto cuánto tiempo dura, en espacial, cuando somos nosotros mismos quienes nos las arrebatamos. 

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