‘The Idol’ “lo quiere con muchas ganas”, pero no entrega nada

Procuro hacer reseñas positivas, pues, al escribirlas, trato que los lectores de verdad vean y disfruten las series o películas que recomiendo. Créanme cuando les digo el desinfle que me da ver algo que se veía interesante o que tenía mucho potencial, con buenos actores y director, y que termina siendo mala. Cuando eso pasa, prefiero seguir adelante y buscar algo mejor para recomendar.

Tal vez por esto, no me había atrevido a escribir sobre The Idol, que resultó ser peor que decepcionante. No crean que no me costó hablar de este desastre. Debatí mucho con la idea de simplemente no darles más publicidad a las fantasías sexuales retorcidas de Abel ‘The Weeknd’ Tesfaye y Sam Levinson, porque es menos de lo que se merecen.

Pero terminé tan insultada, asqueada y francamente derrotada después del último episodio que sentí que debía hablar de esta serie como una tarea, una crítica a los extremos a los que la necesidad cómo sociedad de escandalizar hemos llegado. Espero que termine siendo una advertencia de las consecuencias de las historias mal contadas, de sus daños y del hecho de, así se pueda, no todo hay que contarlo; además que existen perspectivas femeninas frente a ciertas temáticas por una razón y deberíamos seguir al pie de la letra el refrán: “Al Cesar lo que es del Cesar”.

Tráiler de The Idol.

Desde 2021 circularon en las redes sociales de HBO fotos, videos, anuncios de reparto y uno que otro post muy vago sobre el primer proyecto creado y protagonizado por The Weeknd, el popular cantante canadiense que crea música desde diferentes conceptos y personajes, y con ideas innovadoras que lo han llevado a asistir alfombras rojas con vendajes y maquillaje que simulan una golpiza terrible. Protagonizada por Lily-Rose Depp, una ‘Nepo-baby’ con un futuro brillante por delante, sumando también a una de las integrantes del grupo de K-pop Blackpink, Jennie.

Miles de fans se prepararon para seguir The Idol, sin siquiera saber de qué se trataba. En mi caso, luego de la segunda temporada de Euphoria —que, si bien, estéticamente es una serie innovadora, fresca y con una popularidad inmensa gracias a su elenco, el cual se merece todo el frenesí que se lleva por sus excelentes actuaciones, es narrativamente caótica y desordenada—, la promesa de The Idol, para mí, fue solo fotos bonitas de The Weeknd y Lily-Rose Depp en un convertible.

Pasaron los meses y The Idol no salía. Poco se sabía de su historia y menos de cuándo se iba a estrenar.

Pasó 2022 y ahí es cuando se empezaron a destapar todos los problemas que esta producción tuvo, empezando por la salida de Amy Seimetz, la directora original, cuando ya tenía terminado el 80 por ciento de los episodios de la serie, y su reemplazo a manos de Sam Levinson.

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El chisme era que The Weeknd no estaba contento con la visión de Seimetz, porque sentía que la serie estaba tomando una perspectiva demasiado femenina, lo que se confirmó cuando el primero de marzo la revista Rolling Stone publicó un explosivo artículo en el que miembros de la producción revelaban lo complicado que era el ambiente tras la salida de Amy Seimetz y la llegada de Sam Levinson.

La historia pasó, entonces, de ser una historia complicada, profunda y llena de matices en la que una estrella del pop tiene que lidiar con la manipulación y el abuso de la industria musical, mostrando el lado oscuro de la fama, pero que empodera a su protagonista, llevándola a encontrar su agencia, a hacer cinco capítulos repletos de escenas de sexo y desnudez innecesaria, donde una aparentemente inocente y perturbada joven disfruta que la humillen y la abusen porque esto hace mejor su música. Además, termina siendo la verdadera manipuladora (sí, es un ‘spoiler’, pero es que en este caso no vale la pena que no se los cuente).

En su intento medio chueco de ser atrevida, The Idol es tan irrespetuosa y sinvergüenza con su audiencia, que te deja pensando sobre cómo es posible que exista actualmente alguien tan intocable en la industria de la televisión para que lo dejen hacer prácticamente lo que quiera.

Es tan incomoda de ver, que ni siquiera el cuidado que le otorga Levinson a cada escena la salva: un ejemplo de esto es el capítulo en el cual Tedros, el personaje de The Weeknd, lleva tan allá una supuesta sesión de inspiración con el personaje de Troye Sivan, que termina torturándolo con un collar de choques eléctricos, dejándolo dócil, leal y completamente a su disposición. Esto envía un mensaje tan despreciable que de solo pensarlo se me revuelve el estómago.

Creo que a muchos nos interesaría una historia sobre lo abusiva que es la fama, pero es que esta historia realmente no llega a nada. No es solo anticlimática, sino que también te obliga a ver continuamente a Lily-Rose Depp en pelota; a jóvenes con talento innegable a hacer conciertos enteros sin contexto, personajes subutilizados y diálogos para nada atractivos.

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Un ejemplo es el capítulo final, donde vemos a Jocelyn (Lily-Rose Depp) enfrentarse a Tedros, y hasta echarlo de su casa, para terminar con él en el escenario de su concierto anunciando que es el amor de su vida. El mismo que en capítulo anterior revelan que no solo es un proxeneta, líder de un culto, sino que estuvo en la cárcel por torturar por dos días a su exnovia. Y, aunque es horrible, lo peor es la idea que nos tratan de vender de que el final de Jocelyn es empoderador.

Este final no es más que una excusa patética a manos de un hombre resentido y tóxico que no se cansa de decir: “Miren, todos, las mujeres son villanas también”. En la trama también vemos de una manera superficial los problemas y el abuso que Jocelyn sufrió a manos de su madre, quien, ahora muerta, ha dejado a su hija sola con una terrible pena y desequilibrio mental.

Jocelyn es sumamente inteligente, pero actúa con una ingenuidad increíble, además de que es continuamente tratada por su equipo como frágil y tonta: solo ven en ella un producto de la industria, la chica buena que se vuelve mala, la niña del póster que hace sexis las enfermedades mentales (lo cual repiten demasiadas veces). 

Todo este supuesto desarrollo de personaje se derrumba, no solo con la mención francamente denigrante de que el abuso no es más que una exageración, sino de que le gusta, porque le entrega “poder”, dejando en el aire una duda: ¿realmente fue abusada?, ¿o se lo inventó para manipular y atrapar a Tedros?

Hablar de esta forma del abuso es un insulto para quienes han tenido que soportar una situación similar y termina minimizando la denuncia de la víctima.

Al final, The Idol es un sin sentido, decepcionante y denigrante, que solo sirve para perpetuar la idea de que las mujeres somos títeres, muñecas para abusar y explotar.

Si se logró por medio de peticiones en la redes sociales que Zach Snyder sacara su versión de La liga de la justicia en Max, ojalá se haga justicia con Amy Seimetz y veamos la verdadera historia de lo que pudo ser “la historia de amor más sórdida de Hollywood”.

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