“Gracias a The Libertines le daré una segunda oportunidad al Estéreo Picnic”

Juliana Abaúnza cuenta por qué decidió dejar atrás sus prevenciones y comprar una boleta para la próxima edición del festival al que había jurado no volver a asistir.

El martes 18 de enero me levanté como cualquier otro martes: con pereza y con necesidad de tomar cuantiosos litros de café para ser una persona medianamente funcional. Tuve clase de portugués, desayuné, oí un podcast y después de un rato tomé mi celular en las manos y abrí WhatsApp. Saludos del chat familiar, stickers que envió una amiga y, lo más importante, una nota de voz de mi amigo Manuel en la que, con voz casi quebrada, me decía “¡vienen los Libertines al Picniiiic! ¡tenemos que ir, así no te guste ir tenemos que verlos!”. Oí esa nota de voz por ahí tres veces y después de una búsqueda rápida en Google lo confirmé. The Libertines vendrán al Estéreo Picnic. Y, pasados unos segundos de absoluta estupefacción, le confirmé a mi amigo que sí, que sí vamos a ir así mi historia con el festival no sea la mejor. 

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Antes de continuar, creo que es necesario hacer un repaso histórico de las únicas dos veces que fui al Estéreo Picnic. La primera fue en 2012, la tercera edición del festival. Era mi primera vez y estaba emocionada porque iba a ver a MGMT, pero en medio de mi felicidad, me robaron el celular (que además ni siquiera era mío, sino de mi hermana, porque el mío me lo habían robado unos días antes). Entonces, las últimas horas las pasé fastidiada, mojada, con frío y con ganas de irme a mi casa, pero sin poder hacerlo porque tenía que esperar a que la van que nos había llevado nos recogiera. En el camino de vuelta, sin celular en la mano, pensando en el regaño de mi hermana, dije en voz alta: “no vuelvo a este festival”

Pero eso no fue cierto. Al año siguiente, en el FEP 2013, volví. Esta vez mejor abrigada, con el celular encaletadísimo para que nadie me lo robara, y con un plan de escape: iba en mi carro entonces podría irme cuando quisiera. Esa vez vi a New Order y a Crystal Castles, pero creo que mi amargura por los recuerdos del año anterior no había pasado. Estaba allí como una viejita chocha a la que todo le molestaba. Y antes de que se acabara todo, decidí irme… solo para refunfuñar en un trancón de tres horas mientras volvía a Bogotá. 

Después de esa vez pensé que definitivamente el Estéreo Picnic, y los festivales en general, no eran para mí. Las multitudes me angustian y en lugar de hacerme sentir en comunidad siento que me estorban porque no me dejan ver bien a las bandas. Ver a las bandas de lejos me raya, pero hacerme en primera fila me hace sentir como que no puedo escapar y la angustia llega de nuevo. El clima, el barro, la lejanía, las largas horas parada. “Definitivamente no son para mí”, dije. Y juré nunca volver a un Estéreo Picnic. 

Con el paso de los años, vi cómo iba creciendo el festival. Cada año más bandas, más espacio, más gente. En algunas de las ediciones llegué a considerar si ir o no. Nine Inch Nails, Pixies, RHCP, Savages, Tame Impala, Die Antwoord, Bad Religion, Snoop Dogg, The Strokes, Lana del Rey, Gorillaz, LCD Soundsystem, Arctic Monkeys o Kendrick Lamar fueron algunos de los que me hicieron dudar de mi convicción. Pero aunque habría amado verlos, siempre pensaba: “nah, seguro los puedo ver después, en otro lugar, en un concierto más pequeño, más cerca, menos traumático”. Y así pasaron diez años desde mi primer FEP y, efectivamente, no volví.

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Por otro lado, después de cada festival mis amigas y amigos siempre me contaban historias de lo bien que la habían pasado y era inevitable no sentir que me había perdido de algo. Pero luego recordaba lo mal que la había pasado en 2012 y decidía seguir firme. Mi regla casi inquebrantable, sin embargo, tenía una excepción hipotética: “la única razón por la que volvería a un Estéreo Picnic”, decía, “es si traen a The Libertines”. Y como siempre que uno dice “de esta agua no beberé”, pues me tocó tragarme mis palabras. Se me cumplió el deseo: The Libertines vienen y yo dije que, si venían, iría. 

Esa mañana del martes pasado, después de confirmar que sí vendrían y de gritar en notas de voz, compré de una vez la boleta. No lo dudé ni un segundo. No fue ni siquiera un “ay, qué pereza, pero bueno, haré el sacrificio”. No. Fue emoción absoluta y así como durante muchos años dije con convicción que no volvería, compré la boleta con convicción de que no ir no es una opción. 

The libertines en el Cartel Estéreo Picnic
El cartel actualizado del Estéreo Picnic 2022.

“Pero, Juliana”, pensará usted, persona hipotética que lee este artículo, “todo lo que no te gustaba seguirá ocurriendo. Seguirá habiendo multitudes, seguro lloverá, seguro estarás incómoda, seguro te demorarás 4 horas regresando a tu casa, seguro sentirás que no puedes escapar”. Y sí, persona hipotética, tiene usted razón. Todo eso es cierto, pero esta vez, por primera vez en diez años, creo que valdrá la pena. Por primera vez en diez años llegaré a acampar en la primera fila para ver a una de mis bandas favoritas y cuando esté completamente rodeada de gente y mojada por la lluvia, no me importará y los abrazaré mientras lloraremos y celebraremos que estamos viendo a los likely lads

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