‘Todo en todas partes al mismo tiempo’: las razones de su triunfo en los Óscar
Algunos califican a la ganadora de los Premios Óscar como una película pretenciosa, artificial, disparatada y sin sentido. Otros dicen que se trata de una obra maestra, una historia original, creativa y emotiva que interpreta este tiempo. ¿Cómo una película tan divisiva terminó ganando el premio más popular de Hollywood?
Todo en todas partes al mismo tiempo (Everything Everywhere All At Once), la gran ganadora de la más reciente edición de los Premios Óscar, no fue una película pensada —en principio— para convertirse en un éxito en taquilla ni para disputar los grandes premios de la industria. Con un presupuesto de al rededor de 25 millones de dólares (poco comparado con las superproducciones de esta época), un estreno en un número limitado de salas de cine de Estados Unidos y una trama principalmente de ciencia ficción, sus chances de lograr alguna de esas dos cosas parecían escasas.
Pero casi un año después no solo ha recaudado más de 106 millones de dólares en todo el mundo —bastante para la época del streaming y las producciones masivas—, sino que dominó los Óscar con nueve categorías, incluyendo mejor película, mejor dirección, mejor guion original, mejor actriz protagónica, mejor actor de reparto y mejor actriz de reparto. Premios que se suman a los que ya se llevó en los Globos de Oro, el sindicato de actores, el sindicato de productores o la selección de películas del año del American Film Institute, entre otros.
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Más allá de eso: ha generado todo un fenómeno mediático; un boom auspiciado por millones de personas que la aclaman, la recomiendan y hablan de ella con entusiasmo. Un movimiento que comenzó a punta de voz a voz y recomendaciones entre amigos (“¿Viste esa película? ¡Tienes que verla!”), y que a la par que iba creciendo y haciéndose más visible, casi que, por inercia, generó un efecto contrario: el de otro grupo grande de personas que, ante la avalancha mediática y las aclamaciones exageradas, la critican, dicen que no es para tanto o —algunos— llegan al extremo de no soportarla.
Algo similar pasó con la crítica. Al inicio, cuando se trataba de una película más de ciencia ficción, acción y comedia (es, en realidad, una mezcla de géneros y estilos), la mayor parte de los comentarios eran positivos. Pero cuando la película fue haciéndose más visible, más popular y las expectativas en torno a ella crecieron (por el mismo fenómeno mediático), surgieron otras críticas negativas y menos entusiastas.
Acá puede ver el trailer de Todo en todas partes al mismo tiempo:
La división se mantuvo y se acentuó durante los últimos meses. Por ejemplo, mientras Alissa Wilkinson decía en Vox.com que la película “le recuerda a la gente lo divertido que es ir a cine juntos. Para reír, y llorar al tiempo. Gritar, emocionarse y salir impactado de la sala. Tal vez verse a sí mismo en la pantalla, o sentir reflejados sus anhelos”, Alonso Díaz de la Vega escribía en Gatopardo que “los Daniels, fieles al pastiche, solo pican la nostalgia de su público al igual que las secuelas de ‘Jurassic Park’. Si uno de los temas es cómo la mediocridad de Evelyn abre infinidad de posibilidades en su universo, el cuerpo de la película invierte el proceso y se conforma con imitar otras formas de hacer cine bajo una mirada convenientemente contemporánea”.
De hecho, según los medios especializados en el tema, esa división de opiniones también se vivía dentro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood (con los miembros más tradicionales horrorizados porque una película como Todo en todas partes al mismo tiempo pudiera ganar el premio de mejor película).
Y eso, justamente, era lo único que amenazaba con boicotear su posible triunfo en los Óscar cuando la fecha de la ceremonia se iba a cercando: por el sistema de votación de la Academia (en el que cada miembro elige su lista de mejores películas y con eso se computan los votos), en los últimos años las películas más divisivas (como Roma o El poder del perro) habían perdido el premio en manos de otras más neutrales, aunque estas últimas generaran menos entusiasmo (como Greenbook y CODA).
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Pero Todo en todas partes al mismo tiempo no solo rompió con esa racha, sino que lo hizo a lo grande.
Las razones de su triunfo
Más allá de las opiniones divididas que genera, la película ha logrado conectar con una parte grande de la audiencia porque interpreta el tiempo actual y el ahora: una época de sobreinformación, viralidad, discursos de identidad, una conciencia creciente hacia la situación de poblaciones marginadas y mucha nostalgia por el pasado. Y eso explica gran parte del fenómeno, sin importar si lo hace de forma natural —como dicen sus seguidores— o de forma artificial y construida —como argumentan sus críticos—.
De fondo, sin embargo, está la pregunta sobre lo que debe hacer el arte. Y si basta con interpretar una realidad y replicarla, o si su labor también es confrontarla. Como lo explicó Laura Quintana, filósofa y columnista de Diario Criterio, en su cuenta de Twitter: “Una película no es contemporánea porque acoja lógicas, narrativas, tiempos, ritmos dominantes en el presente, sino porque explora en las capas de todo eso y lo hace valer en su heterogeneidad, para volverlo contra sí mismo, y dividirlo. La replica de lo dado es puro consenso”.
Pero más allá de esas preguntas, bastante profundas, que muy probablemente pocos de los votantes en los Óscar se hacen, es innegable que con una Academia cada vez más inclusiva —las polémicas de hace unos años por la falta de diversidad en las nominaciones han generado flexibilidad para aceptar nuevos miembros—, es más usual que los nuevos votantes estén abiertos a ver y valorar este tipo de películas.
Votos en los que no solo entra en juego la calidad cinematográfica, sino también otras variables como la emotividad, la pertinencia, la popularidad y lo que se percibe como sintonía con el ahora (con el momento político y social). Siempre ha sucedido en los Óscar, pero ahora el espectro se amplió aún más.
Tampoco hay que descartar en la variable de su triunfo el hecho de que fuera una película pequeña y con presupuesto reducido que llevó a millones de personas a las salas de cine. En los años anteriores se discutía sobre el efecto de las plataformas de streaming y de las películas de grandes presupuestos (como las de Marvel) en la industria del cine y era palpable la reticencia de parte de la Academia hacia películas estrenadas en Netflix como Roma o El poder del perro, a pesar de su innegable calidad.
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Así que no es descabellado pensar que incluso los miembros más tradicionalistas de la Academia se hayan decidido a apoyar una película que —por más dudas que les genere— volvió a demostrar que no se necesita tener la plata de Disney para convocar al público. Y eso, en el fondo, como lo explica Wilkinson en el mismo artículo de Vox.com, le da un mensaje de esperanza a la industria.
Si a eso se le suman las virtudes de la película (que las tiene), como la forma inteligente de mezclar un concepto de la ciencia ficción popular por estos años (el de los multiversos), con homenajes a otros directores, películas y géneros, y con una historia humana convincente sobre la importancia del amor y de la familia para salir adelante, se tiene una mezcla ganadora.
Es claro que sobre la película de los Danieles (y su triunfo en el premio más popular de la industria) se escribirá mucho y probablemente nunca haya consenso, pero lo cierto es que con su triunfo será una película que marcará época y que dirá mucho de la industria actual y de los espectadores de este momento de la historia como consumidores.
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