La convulsionada historia de Ucrania
De ser un poderoso y próspero reino europeo, Ucrania se convirtió en uno de los territorios más codiciados por sus vecinos.
Antes de que se volviera un polvorín y empezara este conflicto con Rusia, poco se sabía de Ucrania en estas latitudes tropicales. Las pocas referencias que se tenían de este país, ubicado en Europa oriental, provenían de las películas sobre espionaje. Su capital, Kiev, ha sido escenario de numerosas tramas protagonizadas por agentes de las agencias de inteligencia de las potencias mundiales.
Seguimientos, persecuciones automovilísticas, fiestas en lujosos salones o conversaciones en plazas públicas entre espías vestidos con gabán pueden ser algunas imágenes que rememoramos cuando escuchamos la palabra Ucrania. Pero su historia es mucho más rica y va mucho más allá del contexto de la Guerra Fría o de la imaginación de escritores como Ian Fleming, autor de James Bond.
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La historia de Ucrania se podría leer como una tragedia. De un extenso y poderoso reino europeo en los albores del primer milenio pasó a ser un territorio invadido por distintos pueblos y a depender de otras monarquías, imperios y Estados.
La edad dorada
Tras mas de 6.000 años de oleadas migratorias, entre los siglos V y X se establecieron tribus eslavas en los territorios que hoy abarcan Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Estonia y parte de Rusia. Hacia finales del primer milenio de nuestra era surgió el reino Rus de Kiev, considerado por los nacionalistas rusos, ucranianos y bielorrusos el hito más importante de la cultura eslava (no es coincidencia que Vladimir Putin se apoye en esta tradición histórica para justificar la invasión a Ucrania).
El Rus de Kiev era una confederación de tribus eslavas que alcanzó su máximo esplendor entre los siglos X y XI gracias a la actividades comerciales que estableció con el Imperio Bizantino. El príncipe Vladimiro I, al que Putin le hizo una gigantesca estatua de 11 metros en Moscú, y su hijo Yaroslav I el sabio hicieron de Kiev un importante centro cultural de Europa oriental.
Tras la muerte de Yoroslav comenzaron los conflictos entre las distintos príncipes del Rus de Kiev. En medio de la crisis política y la debacle económica ocasionada por la decadencia del Imperio Bizantino, el reino tuvo que hacerle frente a los mongoles que se habían expandido por las estepas de Asia y amenazaban con invadir a Europa.
Nada pudieron hacer los eslavos frente al poderío de los invasores, que durante dos décadas arrasaron todas las ciudades del Rus, incluida Kiev, que cayó en 1240. Parte del reino pasó a ser del Estado mongol, denominado la Horda de Oro, y los principados que quedaron por fuera de este dominio mantuvieron contantes conflictos entre sí.
Desde ese momento el destino de la actual Ucrania dependió de las constantes luchas de otros principados, ducados o reinos como el de Lituania, Polonia o Rusia. En más una ocasión, la nobleza que reinaba la Pequeña Rusia (término que designa los territorios de la actual Ucrania) intentó romper con la dependencia a poderes extranjeros, como sucedió en la Rebelión de Jmelnitski (siglo XVII). Sin embargo, cayó bajó el dominio del imperio zarista en el siglo XVIII.
Nacionalismo ucraniano
Como ocurrió a lo largo y ancho de Europa hacia finales del siglo XVIII e inicios del XIX, en Ucrania hubo un despertar del nacionalismo. La élite ilustrada documentó la historia de su nación y argumentó la existencia de una tradición cultural ucraniana, que se podría rastrear desde el Rus de Kiev, distinta a la del imperio ruso y de sus vecinos polacos y lituanos. Esta corriente intelectual fue duramente criticada por los zaristas, que intentaron aplacarla. Se prohibió el uso de la lengua ucraniana y se vigiló la producción cultural nacionalista y muchos de sus ideólogos se exiliaron ante la persecución imperial.
No a todos los ucranianos los convenció el nacionalismo. Parte de la población continuó pensando que ellos y los rusos hacían parte de una gran nación eslava, por decirlo de alguna manera. No obstante, en medio del agitado inicio del siglo XX, Ucrania logró, en 1917, su efímera independencia, pero pronto cayó presa de la Revolución Bolchevique. En 1918, se creó República Socialista Soviética de Ucrania y se adhirió a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En esos primeros años de vida comunista, el independentismo ucraniano intentó hacerle frente al comunismo, sin éxito.
Durante el periodo soviético, los ucranianos vivieron una gran hambruna y fueron víctimas de reubicaciones forzadas a otros lugares de la URSS. Así mismo, a finales de la década de 1920, Iósif Stalin promovió el traslado de rusos a Ucrania dentro de la estrategia para aumentar la producción agrícola e industrial del país comunista. La idea era que al menos la península de Crimea estuviera habitada en su mayoría por rusos.
Por el lado occidental, la situación tampoco era mejor; parte de los territorios quedó en manos de Polonia y sus gobernantes emprendieron una política de reducir la población ucraniana y aumentar la polaca. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el país recibió parte de estos territorios.
Aunque el nacionalismo se mantuvo latente, volvió a despertar luego de la tragedia de Chernóbil. Aparecieron grupos a favor de la Perestroika y se volvió a instituir el ucraniano como lenguaje oficial. Tras huelgas y paros, en 1989, el gobierno comunista empezó a perder su poder y se abrió paso la idea de formar una república independiente, que se hizo realidad con la declaración de independencia del 24 de agosto de 1991.
Sin embargo, la caída de la URSS no ha significado el fin de las disputas territoriales y de los conflictos entre prorrusos y nacionalistas ucranianos. Estos hechos han alimentado la grave situación que vive el país desde 2014 y hacen parte de las causas por las que Putin ordenó una invasión.
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