Un sainete raro
Al proyecto de reforma política le faltaron madres y padres que la guiaran en el trámite parlamentario y, en cambio, le sobraron sepultureros.
El 13 de septiembre del año pasado, el Gobierno nacional presentó al Senado de la República el Proyecto de Acto Legislativo sobre Reforma Política. El 23 de marzo de 2023, retiró uno que llevaba el mismo nombre y la misma numeración, pero que eran dos documentos distintos y, entre ellos, hay enormes diferencias.
Ningún partido o dirigente político acepta que introdujo modificaciones al proyecto original y que con ellas lo empeoraron. En cambio, todos los grupos parlamentarios reclaman su protagonismo en el hundimiento de la misma.
Y es cierto. Congresistas afines al Gobierno le pidieron al presidente Petro no insistir en continuar el trámite legislativo; él solicitó archivar la iniciativa, los partidos de su coalición apoyaron de inmediato dicha petición y lo mismo hicieron los grupos y personas que, desde el pasado 13 de septiembre, se habían opuesto a este proyecto.
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Los grandes medios de comunicación se apresuraron a informar, no sin cierto regocijo, sobre lo que llamaron La primera derrota del Gobierno Petro en el Congreso.
Con mayor alegría y altisonancia, lo publicitaron tanto congresistas adversarios de todas las reformas propuestas hasta ahora, como quienes las han apoyado: cada cual intentó exagerar lo más que pudo sus gestos y palabras de triunfo.
Las expresiones de victoria por el hundimiento de este proyecto de ley convirtieron la jornada política en un sainete.
El presidente del Congreso y jefe de la bancada gobiernista en el Senado, Roy Barreras Montealegre, por ejemplo, con gesto de tribuno romano o tratando de imitar a Fernando Londoño Hoyos, miró fijamente a una cámara que casualmente lo filmaba, rasgó unos papeles y pidió “(…) al señor ministro [del Interior] y al Gobierno que retire esta reforma que ya no tiene absolutamente ningún sentido (…)”.
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No sé si por ignorancia de la historia universal que les impide tomar el mismo gesto de prócer de la antigüedad, o por simple costumbre de youtuberos, la representante a la Cámara Catherine Juvinao Clavijo y el senador Jonathan Ferney Pulido Hernández –más conocidos como Cathy y Jota Pe, respectivamente, ambos avalados por el Partido Alianza Verde– dieron a conocer su triunfo y coronación a grito herido y llamando corrupto a todo aquel que no estuvo de acuerdo con sus opiniones. ¡Tan parecidas que son estas dos personas a Rodolfo Hernández!
En cambio, congresistas de Cambio Radical, partido que no puede acusar a nadie de corrupto, no vaya y sea que parezca una autocrítica, prefirieron hacer suyo este extraño éxito parlamentario con frases más usuales.
El senador Carlos Motoa trinó: “¡Se hunde la reforma política! Siempre lo advertimos. Esta reforma tenía elementos lesivos para la democracia (…)”.
Jorge Benedetti dio un pequeño paso al frente para presentarse como protagonista de primera línea y dijo en su cuenta de Twitter: “Logramos hundir la reforma política (…)”.
Hasta los parlamentarios liberales, los conservadores y los del Centro Democrático se declararon luchadores por la democracia y, por eso mismo, felices de haber logrado que no hubiera reforma política, por ejemplo, Hernán Cadavid, del Centro Democrático.
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En este partido, su líder máximo y presidente eterno cambió la Constitución para hacerse reelegir presidente de la República, pero Cadavid dijo, con toda naturalidad, que una de las razones que tuvo su grupo político para luchar contra el proyecto de reforma política fue que era una burla a la democracia “(…) la posibilidad de que miembros del Congreso pasaran a ser ministros y que en cualquier momento pudieran volver al Congreso”.
Todas y todos parecen tan felices y campantes con el archivo del proyecto que hasta parece un poco raro.
Es raro que nadie haya dicho qué intereses económicos y políticos se veían afectados con el texto original de la reforma propuesta.
Es raro que no se pueda saber qué alianzas parlamentarias fueron necesarias para sacar del Proyecto de Ley la obligación que se le imponía a todos los partidos de presentarse a las elecciones de cuerpos colegiados con listas cerradas y en formato ‘cremallera’ (una mujer, un hombre, una mujer, un hombre y así, sucesivamente).
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Es raro que no le expliquen a la ciudadanía por qué les pareció inconveniente que el Estado, actuando como administrador de los impuestos que todos pagamos, cubra el costo total de las campañas electorales. Tampoco han dicho por qué es preferible que las candidaturas reciban el apoyo financiero de grupos de ciudadanos con capacidad de donar dinero para fines electorales, siendo que así se crea un vínculo de reciprocidad entre quienes dan y las personas que reciben.
Es raro que no nos demos cuenta de que esta primera derrota del Gobierno Petro en el Congreso ocurre justo en medio de lo que parecen ser tres ofensivas distintas y un solo plan verdadero: la ofensiva judicial, encabezada por el fiscal y la procuradora, contra la implementación de la política de Paz Total; la mediática, adelantada por medios y periodistas financiados por grandes grupos económicos (Prisa, Gilinsky, Sarmiento Angulo, el Grupo Empresarial Antioqueño —GEA— y Ardila Lüle, para nombrar solo a los más reconocidos) contra la persona, la familia y las propuestas del primer mandatario; y la militar, dirigida por el Clan del Golfo, antes llamado Águilas Negras, antes llamadas paramilitares.
Todo esto es tan raro, que uno tendría ganas de preguntarles a quienes protagonizaron el sainete, ¿por qué parecen tan felices?
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