“A lo que aspira un escritor es tan solo a impactar la sensibilidad del lector”: Pablo Montoya

Diario Criterio habló con Pablo Montoya sobre su más reciente libro, ‘Una patria universal’, publicado bajo el sello editorial de la Universidad de Antioquia. Se trata de un compendio de 21 ensayos en los que el antioqueño reflexiona sobre escritores, novelas clásicas y la literatura en tiempos de crisis.

Diario Criterio: Este libro reúne 21 ensayos escritos por usted a lo largo de más de 20 años en los que reflexiona acerca de la literatura, varios escritores y algunos libros específicos. ¿Por qué insistir en el ensayo sobre literatura y qué tanto estos análisis y reflexiones nutren su oficio de escritor?

Pablo Montoya: Soy un escritor y un profesor universitario. Por lo tanto, leo para escribir y leo para enseñar y también para ejercer la crítica. Una patria universal es una recopilación de ensayos, escritos a lo largo de 20 años, que celebran la literatura ya que ella es, por decirlo de algún modo, mi forma de habitar el mundo y entablar mi diálogo con los demás. Pero en tanto que estos ensayos son también una expresión de la crítica literaria, buscan polemizar con el lector y plantearle una suerte de mapa de lecturas en el que yo señalo obras y autores que me han acompañado desde hace tiempo. Así como no puedo entender mi labor de escritor sin el soporte poético, tampoco logro asumirla sin la presencia del ensayo. Incluso, cuando se leen mis novelas, desde La sed del ojo hasta La sombra de Orión, el rasgo ensayístico sobresale. Trato de poner a dialogar la intriga o la trama o la fábula narradas con la reflexión. Esa ha sido mi apuesta en el panorama actual de la literatura colombiana. Supongo que es algo que me ha llegado, por un lado, de los modernistas latinoamericanos y, por el otro, de la novela alemana de formación.  

Diario Criterio: Casi todos los ensayos ponen en consideración, y usted lo dice en la introducción, “cómo la literatura se comporta en tiempos de crisis y como ella, a veces, se atreve a plantear soluciones…”. ¿Qué relación debe tener la literatura con su tiempo y las crisis de su tiempo (teniendo en cuenta que casi siempre la Humanidad vive crisis)? ¿Hasta dónde debe llegar el papel de un escritor (con su literatura) en estas crisis?

Pablo Montoya: Jamás olvido que quien escribe en mis ensayos es un escritor colombiano, pero que se la ha pasado leyendo literatura de otras épocas y otras geografías. Esta hibridez, digamos intelectual, me ha parecido esencial a la hora de situarme frente a los graves problemas que padecemos en la actualidad. No hay que desdeñar, por otra parte, esa relación pública que tenemos los escritores latinoamericanos desde el siglo XIX. Supongo que desde el Yo acuso de Zola, incluso desde el caso Calas de Voltaire, nos viene esa idea de que los escritores podemos confrontar las injusticias de los poderosos. En Una patria universal hay tres ensayos que abordan temas candentes que nos conciernen como sociedades en crisis: el exilio, la guerra y la pandemia. Pero todos ellos son tratados, repito, desde una perspectiva literaria. Eso es lo que hago, por ejemplo, cuando analizo el papel que la literatura debe ocupar en los acuerdos de paz que se están dando en Colombia, luego de que el gobierno de Santos y las FARC se sentaron a negociar. Pero al hablar de la relación de la literatura con una sociedad fisurada no me hago mayores ilusiones. Decir que una novela tiene el poder de transformar a un país es caer en la candidez. A lo que aspira un escritor es tan solo a impactar la sensibilidad del lector. 

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Diario Criterio: ¿Qué hace, para usted, a un escritor parte del canon literario o un clásico? Lo pregunto porque en este libro incluye escritores como Borges, Montaigne o Víctor Hugo, que tal vez para el público general hacen parte de la tradición de la literatura mundial, pero también de otros como Isaak Bábel o Luis Tejada, que son más escritores de nichos…

Pablo Montoya: La canonización de un autor o un libro no los vuelven necesariamente clásicos. Hay instancias que canonizan muy problemáticas ya que son instituciones de poder y muchas de ellas son mediáticas. En el caso de Colombia quienes canonizaron la literatura durante el siglo XIX y parte del XX fueron los partidos políticos tradicionales, la Iglesia y los gramáticos académicos. Luego han sido el periodismo y el marketing y las aulas universitarias las instancias sobre las que ha caído el peso de una cierta canonización. Pero esta última siempre ha sido muy coyuntural. Si por ejemplo, tú eres un escritor que está en permanente relación con esos poderes diversos, sin duda que tu obra será mostrada, o más bien vendida, como ejemplar. Pero después se entromete el tiempo y el paso de las generaciones que revisan la literatura, y es entonces cuando surge, a mi juicio, la noción de clásico. Es decir, aquella obra o autor que persisten en el tiempo y tienen la capacidad de provocar nuevas interpretaciones. En este rumbo, en Una patria universal me ocupo de los que podrían considerarse clásicos (Rabelais, Montaigne, Flaubert, Víctor Hugo, etc.) y de otros que no lo son tanto y que todavía permanecen en una zona de sombra (Schwob, Bábel y Tejada), pero cuya calidad literaria en nada los desmerece.

Una patria universal de Pablo Montoya

Diario Criterio: Usted dice del colombiano Luis Tejada, que “aún es un desconocido entre nosotros” y que “sigue a la espera de sus lectores”. ¿Por qué cree que el estamento literario colombiano aún no reconoce al escritor de Barbosa, Antioquia? ¿Qué cree que hace falta para que él, y otros escritores como él, encuentren su lugar?

Pablo Montoya: Es curioso que en un momento como el que vive la Colombia literaria, tan manipulada por el periodismo, no se le dé a Luis Tejada el lugar que merece. Cuando uno lee sus crónicas, se siente de inmediato la bocanada de aire fresco que significa siempre toparse con el talento literario, su papel innegable de precursor. Con esas crónicas –muchas de ellas se pueden leer incluso como piezas ensayísticas–, este tipo de literatura alcanza la plena madurez. Algo parecido sucedió con las crónicas de José Martí sobre Nueva York que siempre me han parecido como el gran inicio de la crónica periodística en el panorama latinoamericano. Pero lo de Tejada es más preciso, más sofisticado, más contundente quizás por su brevedad misma. Por tal motivo, resulta absurdo, y sobre todo injusto, que se crea que el abrazo entre periodismo y literatura haya iniciado, entre nosotros, con García Márquez. Lo que ocurre es que en la historia de la literatura siempre hay autores que se llevan todas las luces y otros que deben conformarse con rayos fugitivos que de vez en cuando los iluminan.  

Diario Criterio: Ya que estamos hablando de literatura colombiana, en uno de los ensayos usted dice que “el García Márquez que se volvió una personalidad pública“, casi siempre asociada y amiga de los poderosos, “le ha suscitado reservas“. ¿Por qué y cómo debe ser, según usted, la relación de los escritores y escritoras con respecto al poder y a los poderosos?

Pablo Montoya: Esa relación la entiendo con cierta claridad cuando evoco los casos de Platón y Diógenes. Platón le pide al tirano de Siracusa que trabajen juntos para el beneficio de la sociedad. Diógenes le dice a Alejandro Magno, quien se le acerca para ofrecerle su apoyo, que se ponga a un lado para que su presencia no le impida recibir los rayos del sol. Los escritores reconocidos son, en general, figuras públicas y por ello, de algún modo, terminan atraídos o repelidos por el poder. García Márquez, inobjetablemente, forma parte del primer caso y a mí me simpatizan más los del segundo. Con Fidel Castro aquel decidió expulsar, por ejemplo, a los poetas de la república comunista cubana. En este sentido expresa a pie juntillas el paradigma de Platón. Muchos dirán que García Márquez contribuyó generosamente a que muchos opositores salieran de las cárceles del régimen de Castro. Esto podría ser cierto. Pero también lo es que no hay en su obra ni una línea de crítica a este poder, que fue avasallador y totalitario.

Esta relación con los poderosos se vuelve, acaso más conflictiva, cuando vemos su vínculo con las élites de la política colombiana. Noticia de un secuestro me parece, en esta perspectiva, uno de sus libros más desafortunados. No solo homenajea a un poder corrupto, sino que pasa por el alto el contubernio grosero entre gobierno y narcotraficantes para combatir a ese maleante mayor que fue Pablo Escobar. Mis críticas a esta figura que, como sabemos, es una suerte de patrimonio nacional a la que debemos admirar sin condiciones, siempre han estado marcadas por este aspecto público y político.  

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Diario Criterio: En ese ensayo, publicado justo cuando García Márquez acababa de morir, también dice que hacía falta una mirada y una valoración más completa y crítica en Colombia de la obra del escritor de Aracataca, pero que el ruido y la adulación generada por su muerte no permitía hacerlo. ¿Cree que ya estamos a tiempo de hacerla? ¿Por qué le parece importante esa valoración?

Pablo Montoya: Es importante volver a revisar a García Márquez no solo porque la riqueza de su obra lo exige, sino porque así se van formando los nuevos mapas críticos de la literatura colombiana. Muchas de las nuevas miradas apuntan a desentrañar las relaciones entre García Márquez y el poder; entre García Márquez y el patriarcado; entre García Márquez y la pedofilia. Los estudios decoloniales, que ahora están inundando los espacios universitarios del mundo, tendrán qué decir cosas interesantes al respecto. Pero estas nuevas interpretaciones no pretenden dañar la imagen sacrosanta de un escritor, sino ponerlo a dialogar con los nuevas corrientes. Quiero precisar, en todo caso, que sería insensato negar los aciertos de una de las obras mayores de la literatura colombiana. Tener en cuenta, sin embargo, solo una especie de beata admiración por lo suyo es reducir y hasta empobrecer los alcances de ese mundo narrativo.  

Diario Criterio: En los tiempos que corren se suele hablar mucho de rearmar, rehacer y mirar de forma crítica el canon literario, o los escritores y novelas que en su gran mayoría se consideran clásicos de la literatura, teniendo en cuenta otras poblaciones o nombres que en su momento fueron ignorados (o rechazados) por ser mujeres, por ejemplo, o por no ser blancos y europeos, etc… ¿Qué opina de esos intentos por mirar atrás y tratar de ver otras voces silenciadas? ¿Usted ha tratado de hacerlo?

Pablo Montoya: Lo de revisar el pasado literario para desentrañar autores y obras silenciadas me parece fundamental. Esto es lo que se está haciendo, desde hace años, en los ámbitos universitarios. Tal pesquisa ayuda, por lo demás, a comprender mejor el campo del fenómeno literario, para utilizar la expresión de Bourdieu. Pero siempre he pensado que estas recuperaciones deben pasar, necesariamente, por una valoración estética. Porque ¿de qué sirve desenterrar a un autor o a una autora cuya calidad es mínima si la comparamos con los que han tenido mayor reconocimientos? Por razones de este tipo, creo que es urgente elaborar una nueva historia de la literatura colombiana donde la noción de crítica intelectual esté enlazada con las nuevas formas del revisionismo literario. 

Diario Criterio: En su última columna de Diario Criterio usted reflexiona acerca de cómo la literatura colombiana ha contado la Roma Antigua, que es de donde viene gran parte de nuestra civilización. Y en el lanzamiento del libro dijo que fue Sófocles (un poeta griego) quien iluminó su camino cuando empezó a escribir sobre la desaparición en Medellín. ¿Por qué pareciera a veces que los grandes clásicos, los más antiguos, son tan lejanos a nuestra literatura?

Pablo Montoya: Estamos viviendo tiempos de gran consumismo donde lo comercial es aplastante. Leemos más para el estómago y la defecación que para la inteligencia y el espíritu. Somos, por otro lado, ajenos al caso del lector rumiante que pedía Nietzsche cuando apenas empezaba la voracidad del marketing literario. De tal manera que, poco a poco, vamos olvidándonos de los clásicos. Yo, por fortuna, me eduqué con ellos. Leí a los griegos desde muy niño. A los ocho o nueve años ya conocía a Edipo, a Antígona, a Prometeo, a Medea y sus tragedias. Como tuve esa iniciación, lo que he hecho en algunos de mis libros es rendirles una suerte de tributo. Las nuevas generaciones están ante el vértigo cotidiano de las redes sociales. Han caído de hinojos ante las series juveniles tipo Harry Potter y su derivados que son cientos y proliferan en las librerías. No nos quejemos, esto es mejor que nada, dicen los optimistas. Se inician con historias de brujos, vampiros y seres paranormales y luego, cuando estén más crecidos, tendrán que ir a los clásicos. Esperemos que sea así para beneficio de la literatura.  

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Diario Criterio: Usted dice que el ensayo, entre todos los géneros literarios, es “el que le otorga madurez a una literatura“, pero que también “se le ha impuesto un destino marginal y periférico en nuestros días“. Este libro es, en parte, una apuesta y una defensa del género. ¿Qué tan importante es el ensayo en su literatura y por qué cree que vale la pena leerlo y escribirlo? 

Pablo Montoya: Hernando Téllez, uno de nuestros mejores ensayistas, decía que una literatura no puede alcanzar gran madurez si no posee una gran crítica. Y él entendía la crítica literaria como una de las mayores formas del ensayo. En Una patria universal trato de poner en práctica esta concepción de Téllez. Mi entusiasmo hacia este género nació de la mano de mi interés por escribir cuentos y poemas cuando era estudiante de música en Tunja. Son pasiones entrelazadas y, por ello mismo, mis novelas se alimentan continuamente de la reflexión, la interpretación y la consideración. ¿Qué sería, me pregunto, de La sed del ojo, de Lejos de Roma, de Tríptico de la infamia, de Los derrotados, de La escuela de música y La sombra de Orión si fuesen despojadas de sus perfiles ensayísticos? Solo novelas fáciles de leer. Y la facilidad, lo confieso, es lo que menos me atrae de la literatura.

Escribo entonces ensayos y los seguiré escribiendo porque me siento a gusto en sus límites. Incluso, ahora que estoy haciendo una columna para Diario Criterio, abordo esta labor periodística como un ejercicio ensayístico de la brevedad. Por último, quisiera precisar que cuando me refiero al destino marginal del ensayo, estoy hablando de aquel que se funda exclusivamente en el fenómeno literario. Esta exclusividad, sin duda, lo torna inevitablemente periférico. Porque es evidente que el ensayo político o científico o periodístico, y sobre todo aquel que tiene como objetivo difundir unos determinados conocimientos, triunfa en el mercado.    

6 Comentarios

  1. “Impactar la sensibilidad del lector es el objetivo principal de un buén escritor “.
    De acuerdo con Pablo Montoya quien a través de sus Ensayos hace que el lector reflexione sobre la literatura y los escritores clásicos , los más reconocidos , o los que no lo son tanto
    Buena entrevista

  2. Eduardo martinez ojeda

    Excelentes preguntas en esta entrevista que para Pablo Montoya es una oportunidad de sentar precedente y posiciones en algunos de los temas mas importantes del panorama de la literatura en Colombia regando el terreno con afirmaciones germinales de debate y reflexion.

  3. Miguel Gualteros

    Entre tanta entrevista con escritores, esta, en la que Criterio y Montoya exploran el ancho mundo de la literatura universal y latinoamericana, me gustó en sus dos orillas, la de los que inquieren y la de quien responde. Ambas partes, sin alardear de sabihondas, alternan ideas con independencia y conocimiento de causa, de modo que los lectores acompañemos con interés este original ejercicio literario hasta su terminación.

  4. Elizabeth MORALES VILLALOBOS

    Salut Pablo, Ahora evocas al periodista Luis Tejada. En Paris tambien leias la VOZ y participabas del 1° de mayo, junto a mis camaradas.
    Por respeto a Luis Tejada y Gabo, deverias se mas humilde.
    La sola Patria Universal que yo como colombiana conozco, es la Patria de los Milicos.
    La sola universalidad, la de Kant.
    La sola Alma-Mater, la UPTC, que fue testiga del movimiento estudiantil, de nuestra généracion.
    El solo poèta maldito sobreviviente es Leon, testimonio de una ciudad que vibra con la presencia de la raza negra desde que se fundo su alma mater.
    Escencia que tu no pudiste encontrar pues aunque siempre te dimos la bienvenida, te consideraste siempre un forastero.

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