Dylan revisitado
Eduardo Arias, nuestro crítico cultural, analiza algunas de las letras del músico y nobel de literatura y las compara con el estallido social que vive el país.
El pasado 24 de mayo Bob Dylan cumplió 80 años. En esos días medios escritos y audiovisules le dedicaron decenas de páginas y minutos a celebrar su vida y obra y repasar sus grandes canciones.
En su primera etapa se le consideró la voz de una generación que protestaba ante las injusticias del mundo y por ese motivo las letras de varias de sus canciones se ajustan muy bien a estos tiempos aciagos que vive Colombia.
En la canción-himno Blowin’ in the wind (Vuela con el viento), sin duda la más famosa de su época folk, Dylan se plantea una serie de preguntas.
Como estas: “¿Cuántas veces deben silbar las bombas antes de ser prohibidas para siempre?”.
“¿Cuántas veces puede un hombre volver la vista fingiendo que nada ve?”.
“¿Cuántos oídos debe tener un hombre para oír el llanto de la gente?”.
“¿Y cuántas muertes harán falta para que entienda que ya han muerto demasiados?”.
A todas ellas responde: “La respuesta, mi amigo, vuela con el viento”.
Masters of war (Señores de la guerra) es un extenso reclamo sin tregua con versos como estos: “Como el Judas del pasado mienten y engañan”.
“Ustedes montan los gatillos para que otros disparen. Luego retroceden para ver cómo crece la cuenta de muertos.
Ustedes se esconden en sus mansiones mientras la sangre de los jóvenes mana de sus cuerpos y queda sepultada en el fango”.
En With God on our side (Con Dios de nuestro lado) Dylan ironiza a quienes matan a nombre de la religión. Hace un recorrido por diversas guerras de la historia y a todas las justifica con versos como “pistolas en mano y Dios de su lado”. O “no se cuentan los muertos cuando Dios está de tu lado”.
El motivo que me llevó a dedicarle más espacio a esta canción es la siguiente estrofa: “Vengan padres y madres de todo el país y no critiquen lo que no pueden entender. Sus hijos e hijas ya no les hacen caso, su viejo camino ya es una ruina.
También podrían citarse fragmentos o títulos de de canciones que no forman parte de su repertorio social pero que están de una u otra manera asociadas a lo que se vive en estos días.
Desolation Row (Calle de la desolación), Shelter from the storm (Refugio de la tormenta) o It’s all right ma (I’m only bleeding). “Todo está bien, mamá, sólo estoy sangrando”.
También viene a mi mente My back pages (Mis páginas de ayer), canción en que todas las estrofas las remata con el verso “pero entonces yo era más viejo, y ahora soy mucho más joven”, una muy pertinente manera de referirse a quienes nos hemos visto representados por esta nueva juventud.
Y como estamos metidos en el asunto de los jóvenes, quisiera detenerme más en The times they are a-changin’ (Los tiempos están cambiando).
Este es otro de sus himnos de la era folk en el cual reivindica la lucha de los jóvenes que están empeñados en cambiar las cosas.
Como en varias de las letras anteriores, varios de sus versos parecen hechos a la medida de lo que vivimos en Colombia.
“Vengan todos, júntense aquí. No importa a dónde vayan y reconozcan que las aguas han crecido a su alrededor (…) Más vale que naden o se hundirán como piedras porque los tiempos están cambiando. (…)
Vengan senadores y congresistas, por favor atiendan el llamado. No se queden en la puerta, no cierren el paso pues por fin será arrollado quien se haya quedado atrás. Afuera arrecia una batalla que agitará sus ventanas y sacudirá sus muros porque los tiempos están cambiando”.
El motivo que me llevó a dedicarle más espacio a esta canción es la siguiente estrofa: “Vengan padres y madres de todo el país y no critiquen lo que no pueden entender. Sus hijos e hijas ya no les hacen caso, su viejo camino ya es una ruina. Dejen libre el nuevo si no pueden tender la mano porque los tiempos están cambiando”.
En este mes largo miles de jóvenes de hoy, sin necesidad de citar a Marcuse, Adorno, Habermas o Deleuze, nos están dando una admirable lección de dignidad.
Escrita en 1963 para reivindicar a los jóvenes de aquella década, esta estrofa les cae al pelo a esos mismos jóvenes que hoy por lo general son (somos) abuelos que hemos vivido del cuento de que la única generación que hizo cosas maravillosas fue aquella del hippismo y mayo del 68.
Desde entonces, buena parte de ellos han despreciado a las sucesivas generaciones de jóvenes que los han relevado, actitud que desde 1980 me ha sacado de quicio.
Dicen ellos, los que se autoproclaman integrantes de “la irrepetible generación dorada”, que las nuevas generaciones no han hecho nada que valga la pena.
Pues bien, nuestro ídolo Dylan se lo dijo a nuestros padres: “No critiquen lo que no pueden entender”. Y muchos de ellos no lo pueden entender porque no han querido o no han sido capaces de darse cuenta que los jóvenes de los 80s, 90s y de este siglo han utilizado otras herramientas y discursos que no son los mismos de la época del “she loves you yeah, yeah, yeah” y “Pom pom pom pom pom pom
late mi corazón”.
En este mes largo miles de jóvenes de hoy, sin necesidad de citar a Marcuse, Adorno, Habermas o Deleuze, nos están dando una admirable lección de dignidad.
Lo anterior me lleva a la canción A los jóvenes de ayer, tema de Charly García que grabó con su grupo Seru Giran. Pero eso (pequeño Adam) es otra historia.
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