Vetas salvaguarda sus dos tesoros: la minería ancestral y el agua
Habitantes y autoridades de Vetas, en Santander, le cuentan a Diario Criterio lo que significa la decisión de delimitación del páramo de Santurbán en pro de conservar la minería ancestral, la actividad por la que se mueve todo en el pueblo más alto de Colombia.
Los habitantes de Vetas, en Santander, se sintieron aliviados esta semana, luego de saber que su ‘tierra’ no sería borrada del mapa. Un acuerdo con el Ministerio de Ambiente para delimitar el páramo de Santurbán permite que sus 2.464 habitantes continúen con sus actividades ancestrales, eso sí, con el compromiso de cuidar y conservar el agua y el ecosistema.
Con lo pactado se dispuso que el 70 por ciento del municipio (el más alto de Colombia a 3.350 metros sobre el nivel del mar) estará en la zona de conservación del páramo, mientras que el 30 por ciento restante albergará las actividades mineras y agrícolas, porción dentro de la cual se encuentra la cabecera urbana.
Esta histórica delimitación se da luego de años de discusiones entre el Gobierno nacional y los vetanos. Es una decisión que no puede ser analizada a la ligera, pues debe tenerse en cuenta que la historia del municipio se ha escrito sobre la minería, actividad que para ellos tiene una relación mítica con las lagunas y la naturaleza.
El camino a la concertación
Para llegar a un acuerdo, en Vetas tuvieron que recorrer un camino largo y espinoso durante casi una década, en el que la misma comunidad tuvo que empoderar la causa. Los respaldos políticos que suelen llegar a todos los pueblos en épocas electorales no fueron notorios en el municipio, pues la minería es un asunto tan complejo que puede ser impopular para cualquier persona que busque un cargo de elección popular, y más cuando se trata de un páramo como el Santurbán.
Alrededor del páramo de Santurbán se han tejido discusiones, pero las que ponen sobre la mesa la conservación de este ecosistema y la explotación minera a gran escala son las que se llevan la mayor atención.
Frente a la minería a gran escala, la Sociedad Minera de Santander (Minesa), que tiene el respaldo de Mubadala Investment Company, grupo empresarial de Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos, puso sus ojos e intereses en el complejo de páramos con el ánimo de buscar autorización, por parte del Gobierno nacional, para extraer minerales, principalmente oro. Sin embargo, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) archivó el proyecto en octubre pasado –aunque la empresa puede volver a adelantar el trámite–.
Y aunque las intenciones de Minesa se han focalizado en el municipio de California, en Santander, esto ha tenido un coletazo para los vetanos, que se han tenido que enfrentar, también, al matoneo por su práctica ancestral. Mas a Vetas solo le interesa continuar con la tradición minera cultivada durante cuatro siglos y medio.
Vetas, puede decirse, está en el corazón de Santurbán, que es un complejo de páramos que recoge una gran biodiversidad de fauna y flora, tiene unas 143.000 hectáreas distribuidas en 40 municipios de Santander y Norte de Santander. Allí nace el agua de la que se abastecen unos 2,5 millones de personas en 48 municipios.
Y a la discusión de la minería a gran escala, también le saltó la delimitación del páramo en procesos de concertación con las comunidades, ordenados por la sentencia 361 de 2017. A partir de esta, el Ministerio de Ambiente propuso una delimitación en la que Vetas era absorbida en el área de reserva, lo que se podría traducir como la desaparición del pueblo y, con ello, de la ancestralidad minera.
Esta fue una de las razones por las que la comunidad empezó a presionar al Gobierno a través de vías legales para que se abrieran los espacios de concertación dictados en la sentencia. El tema se dilató hasta el punto de que el Tribunal Administrativo Oral de Santander abrió, en septiembre último, un incidente de desacato en contra del ministerio –el sexto entre 2018 y 2021– con el fin de que se agilizara el cronograma de concertación con las comunidades.
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Durante cuatro años Vetas desaceleró sus actividades económicas, casi todas –o todas– ligadas a la minería. El manejo administrativo y la consecución de recursos para proyectos también se vio truncada hasta que no se definiera dicha delimitación.
El pasado martes 30 de noviembre, llegó la bocana de oxígeno que los vetanos buscaron durante cuatro años para poder seguir con su minería ancestral. Con un compromiso que ya hace parte de su ADN: el cuidado y conservación de los ecosistemas.
La minería ancestral: una relación perpetua con el oro
“Estamos unidos al oro como un recién nacido a su mamá, por el ombligo” dice entusiasmada Rosa Delgado, minera de Vetas a Diario Criterio. Para ella la riqueza aurífera de la tierra en la que creció, y a la que le debe tanto, se refleja en su nombre, pues se llama veta a la línea o filón de material que se forma dentro de una roca y que indica que allí hay un trozo, un cachito, del material precioso.
Esas franjas se constituían como una brújula para los indígenas suras, los antiguos habitantes de este territorio minero, hace unos 466 años. Estos pobladores se apoyaban de una planta conocida como ‘chilco’ y de madera y piedra para extraer y convertir el oro en polvo.
Esta etnia, además, dividía su tiempo entre la agricultura y la minería. Se dedicaban a la tierra y, mientras obtenían el cultivo de papa, cebolla, trigo y cebada, se desplazaban a la zona en la que podían encontrar y trabajar el oro.
Ahora, en 2021, esto no ha cambiado mucho. La minería (ancestral), que ha pasado de generación en generación desde la época de la colonia, sigue siendo la principal actividad económica del municipio, de la que dependen 2.000 familias, que representan el 90 por ciento de sus habitantes.
Gracias a las utilidades de la minería, por ejemplo, Custodio Arias, de 76 años, pudo tener una finca para trabajar la tierra, sacar adelante a sus hijos y vender alimentos a Bucaramanga, ciudad que se encuentra a 80 kilómetros del municipio. “Yo fui minero hace unos 40 años, cuando la actividad se hacía de una manera distinta, nosotros no teníamos maquinarias ni compresores, trabajábamos con la mano, con taladro y porra. Tampoco nos ofrecían algún tipo de protección. Nos tocaba defendernos como podíamos”, cuenta a Diario Criterio.
Ahora, ya no se recurre a las plantas, ni a la piedra, sino que trabajan en una vagoneta, pequeño vehículo que se asemeja a un vagón de tren pero a menor escala. “Dos personas empujan la vagoneta hasta una tolda, que es un recipiente que recibe el material que fue desprendido. Luego este baja al molino donde se pisa y se vuelve arena. Luego lo lavan y de ahí extraen el oro”, explica Rosa.
El extractivismo y el medioambiente: en busca de un equilibrio
Los páramos son paraísos en la tierra, ecosistemas que regulan el ciclo hidrológico y que son el hogar de innumerables especies animales y vegetales. Por esto, es apenas normal que los ambientalistas y activistas intenten protegerlos y detener cualquier actividad en el interior de ellos.
Por eso, han pedido en varias ocasiones que se suspendan tanto la minería como la agricultura. En 2013, se dio un paso en este sentido, pues la Gobernación de Santander declaró el Parque Natural Regional de Santurbán (PNES). Con dicha denominación se impedía la realización de estas actividades, decisión que agudizó más el conflicto entre el Estado y la comunidad, y que desconoció la relación que hay entre los vetanos, el oro y la naturaleza, según dice Rosa.
Para ellos todo es un engranaje, pues el oro, además de ser un recurso de sustento, está plagado de mitos que lo relacionan directamente con las lagunas, con el páramo y con la naturaleza.
Cuenta Rosa que para ellos las lagunas son sagradas, pues están vivas y pueden hacer que llueva si se enojan. “Muchas de las personas que hoy tienen 70 y 80 años escasamente conocen una o dos de las más de 20 que tenemos alrededor, porque precisamente antes no se podían visitar. De pequeña, mis abuelos nos llevaron a una y nos decían: no griten y cuidado le tiran piedras porque se molesta”, dice.
Con la inocencia y terquedad de un niño, Rosa recuerda que tiraban la piedra, para minutos después ser testigo de lo dicho por sus familiares: “La laguna se ensombreció y al ratico empezó a llover, por lo que nos tocó devolvernos. Ahí aprendimos que no podíamos volverlo a hacer y que había que protegerla, pero no solo a esa laguna sino a todas las fuentes de agua”, agrega.
Por eso, para ellos ni las lagunas ni algunas zonas como Páramo Rico, a pesar de su riqueza, son espacios propicios para la explotación minera, pues según dicen, saben que el oro es tan importante para el páramo como el agua, como la tierra. “Primero están los recursos naturales, eso nos lo decían nuestros abuelos, quienes nos recordaban que sin el agua no había nada”, manifiesta Rosa.
“Pedíamos trabajar en cierta zona delimitada, para así cuidar el medioambiente, como siempre lo hemos cuidado”, añade. En la época de la colonia, había una zona en la que los antiguos pobladores extraían el oro y eso es precisamente lo que venían luchando y ahora obtuvieron los vetanos.
De hecho, según explica a Diario Criterio Luz Helena Landazabal Suárez, concejala del municipio, varias de las pequeñas mineras que funcionan en el municipio eliminaron el uso del mercurio y el cianuro, elementos que son catalogados como altamente contaminantes. “Las personas creen que para recuperar el oro utilizamos esos elementos, pero no, eso ya se eliminó hace unos 14 años. Antes de que prohibieran el mercurio para la extracción, en Vetas ya se adelantaba un proyecto con la cooperación colombo-alemana para terminar con este proceso”, dice.
De igual manera, la concejala manifiesta que el impacto al medioambiente no es como muchos se lo imaginan, puesto que es precisamente minería a pequeña escala. “Nuestra minería la heredamos de nuestros padres y no es de gran producción. Una minería a gran escala saca al día miles de toneladas, nosotros sacamos unas 20 toneladas”, asegura.
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Los años de zozobra
Como en Vetas saben resistir, aguantaron el embate que se les vino con la delimitación del páramo de Santurbán desde un escritorio, lejos del territorio, y lograron que esa discusión pendiente llegara hasta la comunidad: donde conocen su historia, sus necesidades y procuran el cuidado de su identidad cimentada en la minería.
El alcalde, Hernán Bautista Moreno, le cuenta a Diario Criterio que la decisión de esta semana se llevó la incertidumbre cultivada durante cuatro años, en los que el pueblo no pudo ejercer la minería ancestral.
“Cuatro años de zozobra en los que las comunidades no sabían qué hacer”, cuenta el mandatario, para quien los “daños morales y económicos que se vieron en la zona fueron tremendos, terribles e injustos”.
Esto fue un triunfo del más chico contra el más grande, pues nadie quiso acompañar un proceso donde se hablaba de minería. A los políticos les preocupaba que se les asociara con una causa ‘poco popular’ y que tampoco representaba un mayor caudal político.
Un 70 por ciento del territorio de Vetas quedó en zona de reserva del páramo, unas 6.441 hectáreas. Dentro del 30 por ciento restante, los vetanos solo ocupan el 6 por ciento para hacer minería, lo que representa unas 586 hectáreas.
Ivonne González, presidenta de Asomineros y vocera de la veeduría Dignidad Minera, festejó la decisión al asegurar que ya podrán dormir tranquilos. Ella, que le ha puesto el pecho a esta causa, le comparte a Diario Criterio que lo que buscaban era preservar la identidad minera del pueblo y que, desde luego, seguirán haciendo “una minería que cuida el medioambiente y protege al páramo”.
El camino de conservación de la minería y del páramo ya plantea otros retos en Vetas. Deben fortalecer el cuidado de las 24 lagunas que hay en el municipio, las empresas mineras locales afectadas durante estos años deben empezar a destrabar temas de licenciamientos para continuar con su actividad y, ahora, a impulsar ideas que permitan aprovechar otras potencialidades.
Dice el alcalde que “lo que se viene es empezar a promover ciertos emprendimientos, la creación de empresa a acompañar a los mineros, organizar el sector turístico”, detalla que este sector, justamente, “es importante para nosotros, y tiene que ser un sector que respete al medioambiente, por eso hay que controlarlo”.
Lo logrado esta semana en Vetas evitará más noches de insomnio y da la certeza de que sus tesoros se podrán seguir conservando luego de años de insistencia. Asegura González que lo que se siente es una felicidad absoluta porque “Vetas sin la minería no es nada”.
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