Los capos que se pelean a muerte el control de Buenaventura (III)
La puja interna de la banda criminal La Local desató una nueva ola de violencia en la ciudad portuaria más importante del país.
El puerto de Buenaventura es el mejor ejemplo para demostrar el irónico círculo vicioso de la violencia en Colombia.
Primero fueron las Farc y las AUC; posteriormente llegaron Los Rastrojos y los Urabeños; hace poco la pelea era entre La Empresa y La Local, y ahora, la estela de terror y muerte corre por cuenta de una puja interna de esta última que se dividió en dos facciones: Los Espartanos y los Chotas.
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Lo cierto es que las vendettas mafiosas por el control territorial afectaron tanto la seguridad del puerto, que a comienzos de 2021 el alcalde Víctor Hugo Vidal dejó entrever la posibilidad de avalar un acuerdo de no agresión entre esas bandas criminales, lo que causó polémica, desconcierto y hasta algo de realismo -y cinismo- como el que planteó hace muchos años el presidente Julio César Turbay, quien propuso llevar la corrupción a sus justas proporciones.
“O uno de los dos bandos gana la guerra, gana la confrontación, o por fin el Estado toma control sobre la situación, es uno de los aspectos del acuerdo. Lo más rápido incluso, ya se está hablando en la ciudad de un acuerdo”, expresó el alcalde Vidal.
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El mandatario no se quedó en esa idea y fue más allá: “Lo de uno es hacer lo más rápido; se hace un acuerdo y yo estoy en eso; siempre que es proteger la vida, tenemos que estar ahí. Si se puede evitar la confrontación armada, siempre tenemos que decir, estamos de acuerdo con eso, porque es proteger la vida por encima de todo”, dijo el mandatario a finales de enero de este año, durante la misa de aniversario del asesinato del líder social Temístocles Machado.
Precisamente, el politólogo y experto en temas de seguridad Gustavo Orozco ya había lanzado alertas en torno al fenómeno de inseguridad que padecen los porteños, al afirmar que las extorsiones estaban tan desatadas, que hasta por un huevo cobran vacuna.
“En nuestro puerto cuentan que todos los productos tienen su dueño. Es quien recoge los pagos por el “derecho” a venderlo. Es tan seria la amenaza, que cuando el que cobra no aparece, los comerciantes prefieren no vender. Así habría pasado recientemente con los huevos. Nadie apareció a cobrar y entonces nadie se arriesgó a vender ni la yema. Más vale cuidar el pellejo”, denunció el politólogo.
La importancia del puerto de Buenaventura para los grupos armados ilegales y el narcotráfico radica en que, a través de sus numerosos esteros, canales y ríos, mueve con facilidad la droga para embalarla en pequeñas embarcaciones o hasta en semi-sumergibles capaces de transportar hasta una tonelada del alcaloide. Por otro lado, a través del puerto también ingresan las pacas con millones de dólares camufladas entre los contenedores con mercancía, tal como se evidenció en el pasado.
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Además de la exportación de droga y la traída de armas o contrabando, la nueva fuente de financiación que hallaron esos grupos es el microtráfico y las extorsiones. En Buenaventura se acuñaron términos como casas de pique, fronteras invisibles y desplazamiento intraurbano. Todos esos males han golpeado a los bonaverenses.
El más reciente coletazo, y que desató una ola de atentados sicariales con explosivos, lo protagonizaron dos temidos delincuentes que, a pesar de que están tras las rejas, sus tentáculos criminales aún siguen activos. Se trata de Jorge Isaac Campaz Jiménez, alias Mapaya, jefe de Los Espartanos, y un sujeto con el alias de Optra, líder de los Chotas.
Alias Mapaya estuvo recientemente en el radar de las autoridades, porque su nombre se mencionó en la investigación que busca esclarecer el asesinato del reconocido cantante de salsa choke Harold Angulo Vence, más conocido como Junior Jein, perpetrado el pasado 13 de junio.
El historial criminal de Mapaya refleja el de un personaje que se hizo a pulso y sangre dentro del mundo de la mafia. Según las autoridades, comenzó como un simple gatillero en 2002 hasta convertirse en jefe de su propia estructura delincuencial. Fue tan sagaz, que se dio el lujo de pertenecer a las dos bandas criminales que se pelean a muerte el dominio territorial del puerto: La Empresa y La Local.
Según investigadores de la Sijín, Mapaya habría sido quien le abrió las puertas al Clan del Golfo para que, de la mano de Jairo de Jesús Durango, alias Guagua, abatido por la policía en 2016, arribara a Buenaventura y le hiciera contrapeso a La Empresa.
Esa alianza elevó el perfil de Mapaya a capo y a su vez lo puso en el radar de las autoridades, porque convirtió al puerto en el nuevo santuario mafioso del país, capaz de recoger y embalar toda la cocaína que se produce en el pacífico para ser enviada a Honduras, México y Estados Unidos. La Policía cree que Mapaya maneja un grupo armado integrado por 90 hombres y obtienen rentas ilegales por 10.000 millones de pesos al mes.
El año cumbre de alias Mapaya fue 2017, cuando ascendió a jefe de La Local, debido a la captura de cabecillas como alias Mono Orejas y alias Julito. Pero ese mismo año la Policía aprehendió a Mapaya mientras departía en una fiesta junto a otras cien personas en un barrio de Buenaventura.
No obstante, fuentes de inteligencia policial aseguran que, tras lograr su libertad en 2019, Mapaya continuó con su vida criminal dentro de ese grupo delictivo y que él estaría detrás de la reactivación de la ola de asesinatos, extorsiones y atentados en el puerto, a finales de 2020, por cuenta de una alianza que fraguó con alias Fidel y alias Mario, dos cabecillas de esa misma organización, pero que están presos.
Al otro lado están los Chotas, liderados por alias Diego Optra y alias Pepo. El primero se encuentra privado de la libertad. Todos ellos protagonizan las nuevas confrontaciones que arrancaron desde el 22 de diciembre de 2020 y han causado la muerte de 30 personas, la mayoría supuestos integrantes de esas organizaciones.
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