¿Una empresa aérea muy Viva?

Estábamos todos felices disfrutando de los ‘valores’ de cambio de Viva Air que, al final, no parecen ser valores éticos, sino estéticos.

En el mundo de hoy, las empresas son las que otorgan indirectamente el nivel o la posición que una persona ocupa en la sociedad. “Dime en qué Organización trabajas y te diré quién eres”, diría un trabajador desprevenido en nuestro mundo. De hecho, es muy probable que el sentimiento de vacío que puede experimentarse al ser despedido esté en relación con ser ‘desprendido’ de esa empresa a la que le dejaste el alma y el corazón y que, cómo ya no está contigo, te deja con una gran sensación de tristeza y soledad.

Lo anterior puede denotar la altísima dependencia que nuestra dignidad puede tener de una institución a la que se pertenece laboralmente.

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Nos es muy conocida la reputación de muchas de las empresas que nos acompañan en el país y por fuera de él. ¿Quién no quisiera trabajar en empresas como IBM, Google o empresas colombianas como EPM, grupo Nutresa, entre otras? Pero, ¿por qué? No sólo por ofrecer abultados salarios y un alto estatus social, sino porque estas ofrecen rasgos, trazas de humanidad.

Para lograrlo, no sólo requieren de algunos recursos, sino que demandan de la entereza de un líder, de un gerente que ve en los procesos de humanización la mayor riqueza.

Los colombianos conocimos las situaciones ocurridas con la aerolínea Viva Air en días pasados. Una empresa que venía con un ascenso reputacional importante a la cual personas de gran prestigio, como el ciclista Rigoberto Urán, acompañaron sus curiosas campañas publicitarias llenas de regionalismo e innovación. Tenía que ser, muy posiblemente, una empresa decente, una empresa ética, una empresa humana, como para que este ciclista, tan querido por nosotros, acompañara a Viva air en su desarrollo comercial.

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Sin embargo, algo ocurrió. Aquella empresa que facilitó el acercamiento del transporte aéreo a la población tomó un rumbo reputacional inesperado y del que sus causas aún se desconocen: poner en venta tiquetes aéreos para luego dejar sus aviones en tierra. Qué avionada…

Y es que el valor de una organización no está en sus activos y ganancias operacionales. Está, por el contrario, en su decencia, su prudencia, en su humanidad.

Qué pocas son las organizaciones que están dispuestas a fortalecer este aspecto de la humanización. Pero no esa humanización comercial, que vende productos o servicios ‘humanos’ como una estrategia de marketing. Observo con mucha frecuencia vallas publicitarias y, peor aún, muchas misiones, visiones y metas empresariales apuntando a la humanidad, la ética, los valores. ¡Ja! Qué fácil es escribirlo todo en un papel para ganar seguidores y hacer crecer las empresas con estas falsas promesas. Lo difícil, por el contrario, es realmente forjar una empresa y que esta establezca un genuino llamado a mantener ese rasgo tan escaso ya en los humanos como es la humanidad.

Entonces, en empresas como Viva Air, ya en ascenso, nosotros los usuarios gozamos de sus valores de cambio, como la “frescura”, la “fiabilidad”, la “cercanía”, la “eficacia”, la “agilidad”, entre otros aspectos, según lo indica su propia página web en el enlace de “corporativo-conoce la nueva marca” y, desde estos, nos montamos en sus aviones coloridos, conectándonos con nuestros familiares y amigos.

Claro, Viva quiso atraer usuarios con tarifas económicas y los valores comerciales ya indicados. Sin embargo, en esa sentencia corporativa de lo que la organización ofrece, según su página web, como ya lo indiqué, no resaltan valores como la decencia, la igualdad, la equidad, la sinceridad, las buenas maneras… en una palabra, la humanidad. Estábamos todos felices disfrutando de sus “valores” de cambio que, al final, no parecen ser valores éticos, sino estéticos.

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Entonces, para aquellos empleados de Viva que están en espera de lo que va a ocurrir con la empresa y sus trabajos, y que tienen menguada su dignidad corporativa e ilusiones, toda la fortaleza, entereza y templanza (valores estos éticos, no estéticos), para soportar estos momentos difíciles que pronto se resolverán. Para los directivos y propietarios de la empresa, reconsideren sus valores distintivos: el boomerang de su marca está muy bien, pero que éste llegue también a su visión estratégica y financiera, así como a sus empleados, con procedimientos éticos y humanos que facilitarán en últimas, y en las situaciones tan adversas como esta, a que ellos mismos ofrezcan parte de la solución.

Para terminar, desconozco si la empresa fue ‘viva’ para su propio beneficio al vender tiquetes aéreos con un plan de suspensión de operaciones. Pero de lo que sí estoy seguro es de que esta bella empresa, que tanto acercó a los colombianos, puede resurgir y limpiar su reputación demostrando humanidad y serenidad.

*Diego Fernando Hurtado Guzmán es médico de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín), especialista en gerencia de salud ocupacional y magíster en bioética de la Universidad CES (Medellín); así como expositor a nivel nacional e internacional sobre el trabajo y las humanidades. También se desempeña como docente de cátedra en varias universidades del país. Ha sido premiado con dos galardones internacionales, la Medalla de Oro Mérito Profesional, con distintivo internacional de España; y el Premio Profesor Dr. D. Rafael Ruiz Calatrava, por la Comisión de Honores y Distinciones y Recompensas de España, en 2022; también creó el blog El arte de trabajar feliz.
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