Todo el tiempo estamos en algo que sentimos como uno, aun siendo separados y distintos. No tenemos nombre para eso, pero podemos sentirlo, y estar en ello cada día, porque ese lazo anterior existe, ese suelo insondable, ese tejido de posibilidades del que surgimos y al que volveremos, como niños recién nacidos. Ese manto o esa madre no es noche ni es día, no es silencio ni sonido.