La coalición de partidos y sectores sociales que hoy gobierna a Colombia deberá cumplir, entre otros, cuatro grandes objetivos en 2023.
La coalición de partidos y sectores sociales que hoy gobierna a Colombia deberá cumplir, entre otros, cuatro grandes objetivos en 2023.
El país va entrando, poco a poco, en el año electoral. Se empiezan a conocer los nombres de las personas que buscarán ser elegidas para asambleas, gobernaciones, concejos y alcaldías. Todas ellas dicen que no ambicionan o que no quieren eso, pero, mientras tanto, hacen sus preparativos.
Es verdad que aún no son candidatas porque todavía no se han inscrito. Pero es también cierto que ya están campaña. Eso quiere decir que cada no-candidatura está aspirando, ahora mismo, a encontrar un partido que la avale, gente que le financie la campaña y está contactando a los llamados líderes de barrios y veredas para que le traigan los votos.
Como quizá ya no alcance a expedirse la nueva ley de reforma política y electoral que permitiría ampliar, limpiar y mejorar la próxima competencia electoral, entonces, esas no-candidaturas hacen campaña como la han venido haciendo hasta nuestros días.
Es decir que nosotros, la ciudadanía, volveremos a ver las mismas situaciones que vemos cada vez que hay elecciones. Presenciaremos cómo se hacen y deshacen alianzas entre aspirantes a los cargos de elección popular, según cada quien haga sus cuentas y vea la conveniencia.
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Saldrán a la luz las acostumbradas fotos que captan el momento justo en el que los cuerpos de viejos adversarios, hoy posibles aliados, se arriman en actitud de secreteo conspirativo. Y la subsiguiente aclaración, hecha por quienes participaban en la reunión, diciendo que la política es dinámica, pero que no están llegando a acuerdos, sino explorando posibilidades.
Se publicarán aquellas fotos de rivales de vieja data, hoy, sentados de espaldas a una biblioteca, con gesto amable y sonriéndole a la cámara. Nos invitarán a entender, sin decirlo, que son dos o más intelectuales que sacrifican el silencio amable que exige la elaboración del pensamiento, a cambio de lanzarse al horroroso fango del debate público.
Escucharemos a antiguos aliados tratarse como si fueran enemigos de toda la vida y, entonces, divulgarán pecados, indelicadezas y corruptelas nunca investigadas o convenientemente archivadas. Todo, para demostrar la inconveniencia de votar por su recién estrenado contrincante.
No faltará, por supuesto, la alianza entre quienes, hace poco, cayeron en la derrota. Se unirán, sólidamente, alrededor del odio por quien les ganó. También procurarán mostrar que, ni sus fracasos, ni la supuesta maldad del triunfador podrán detener su carrera, porque, al juntar voluntades, sumarán una cantidad de votos que les asegurará su victoria.
¿Y los partidos políticos?
Pues, lo mismo que la última vez: por ahora, escuchando a todas las personas que están en las no-candidaturas y mirando cuáles de ellas merecen sus avales.
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Seguramente, se los darán a aquellas que tengan opciones reales de resultar electas; también, a las que pueden sacar, siquiera, una votación que les permita negociar algunos puestos o contratos con quien resulte ganador. Además, es previsible que los partidos avalen influencers, porque harían visible al partido que dio el aval.
Más posible aun es que le den ese aval, si la persona influyente ha trasmutado de influencer a político y de este a aquel y, así, sucesivamente, hasta que no quede rastro de la diferencia entre las dos profesiones y traiga pocas propuestas, muchos gritos e ingentes cantidades de likes y de seguidores en las redes sociales.
Es muy probable que la competencia electoral se convierta en una puja entre candidaturas especializadas en producir escándalos, carentes de programas, sin propuestas deseables y viables. Pero, también es probable que aparezcan y se consoliden otras formas de ganar las elecciones.
Tengo esa esperanza porque la derrota electoral de Rodolfo Hernández mostró, entre otras cosas, el cansancio de la población con el modo superficial de hacer política.
Es posible, por ejemplo, que alguien se atreva a tomar el programa del partido que lo avala y lo adapte a las condiciones concretas del departamento o del municipio en el que está presentando su aspiración política y lo convierta en su propuesta de gobierno regional o local.
Tal vez haya otro (u otros) que se arriesgue (o se arriesguen) a proponer que las organizaciones sociales de sus territorios elaboren y hagan llegar propuestas a la mesa de diálogos que hoy tiene el Estado colombiano con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
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Alguna candidatura puede proponer que comisiones de la sociedad civil, provenientes de todo el país, sesionen en el municipio o departamento que ella aspira a dirigir y que, allí mismo, elaboren propuestas sobre los puntos de la agenda pactada entre el Estado y la guerrilla.
A lo mejor, otras personas, candidatas también, salgan con una propuesta acerca de cómo dirimir conflictos entre grupos de ciudadanos con intereses contrapuestos, en su territorio, sin que ninguno de ellos se sienta obligado a acudir a la violencia o a los actores armados.
¿Qué tal que a alguien se le ocurra un programa de gobierno centrado en la construcción de paz y convivencia cotidianas, y, alrededor de eso, un plan departamental (o municipal) de desarrollo que se articule a las decisiones del Gobierno nacional?
Creo que en todos los departamentos y municipios del país hay gente que quiere acceder a los cargos de elección popular para ejecutar programas y no para seguir ascendiendo en su carrera y cumplir con la repartija de puestos y contratos entre quienes le apoyaron.
En todos los lugares, en las elecciones venideras, habrá gente dispuesta a evitar la banalidad de la política.
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Cesar torres
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Los diálogos entre el Gobierno y el ELN tienen enemigos y muchos de ellos tienen amplio acceso a los medios de comunicación.
En los casos analizados sociológicamente en ‘La violencia en Colombia’ y en el cuento de García Márquez ‘Un día de estos’, los corruptos no diferencian los dineros públicos de los suyos propios; usan uno u otro como plata de bolsillo, como si todo fuera parte de su propiedad privada.
“El país entero espera anuncios positivos sobre la marcha de estas conversaciones y avances reales en el desescalamiento del conflicto armado con el ELN”
Adversarios y simpatizantes del presidente Petro coinciden en señalar que él y su equipo de trabajo tienen graves problemas de comunicación.
“Se trata (…) de entender que se ha construido una humanidad, un sistema-mundo cuya base es la opresión y la violencia contra las mujeres y que nuestro país hace parte de dicho sistema”.
Las movilizaciones de protesta sucedidas en Colombia durante la segunda década de este siglo no ocurrieron como rebelión sin causa.
El presidente Gustavo Petro denunció hace poco que el peor enemigo de los cambios que propone su gobierno está dentro del propio gobierno. Lo llamó enemigo interno. ¿A qué se refería?
Diciendo las mentiras que sus votantes quieren que les digan, y sin la más mínima sustentación, van erosionando el Estado de Derecho, las leyes y las instituciones que lo constituyen. Mintiendo van construyendo, poco a poco, un Estado de opinión.
Poco más de dos meses después de posesionado este Gobierno, se reiniciaron, formalmente, los diálogos de paz con el ELN que suscitan, por partes iguales, un escepticismo radical o un optimismo desbordado.
Tal vez la coalición de gobierno pueda dejar de mirarse el ombligo y disminuir sus disputas internas por la distribución de burocracia
La renuncia de Rodolfo Hernández al Senado era previsible. Sin su publicista de cabecera y obligado a hacer mucho más que pequeñas piezas comunicativas en ‘TikTok’, el excandidato presidencial tuvo que reconocer que carece de altura intelectual para desarrollar una labor parlamentaria de calidad.
“Laureano Gómez transformó todo debate político en una confrontación radical entre la verdad y la virtud que, supuestamente, él encarnaba”: César Giraldo.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, y la vicepresidenta, Francia Márquez, ya casi cumplen un mes de estar gobernando. Él, ella, el equipo de Gobierno y la bancada parlamentaria que respalda sus iniciativas han concentrado algunos de sus mejores esfuerzos en la propuesta de Paz Completa.
Con una oposición tan débil y tan carente de proyecto político, como la que hay, Colombia seguirá teniendo una democracia frágil y restringida. Muy expuesta a excesos de poder por parte del gobierno.
El nuevo ministro de Justicia, Néstor Osuna, parece conocer mucho más que generalidades acerca de la situación de las cárceles en Colombia.
El plan esbozado por el presidente, Gustavo Petro, no puede arriesgarse a que la Fiscalía conspire y se convierta, otra vez, en un obstáculo para la paz, como lo hizo bajo la dirección de Néstor Humberto Martínez, quien puso trampas y construyó acusaciones falsas contra excombatientes que estaban en el camino de hacer política sin armas, hasta llevarlos de regreso a la guerra.
La participación protagónica de la sociedad civil constituye una dificultad añadida al, de por sí, difícil proceso de conversaciones y acuerdos entre el Estado Colombiano y el ELN.
Siguiendo, con algo de cuidado, las noticias diarias sobre el gobierno del Pacto Histórico, se puede observar que la mayoría de ellas las producen dos grupos de presión con intereses opuestos entre sí.
La dirigencia actual tiene la convicción de que nadie puede reclamarle, ni judicializarla. Está en guerra contra la sociedad y va ganando. Pero, sus mentiras y las noticias falsas que propaga tienen cada vez menos efecto y en un menor número de personas. Esta dirigencia que es puro delito y farándula ha empezado a perder.
La gente está alerta para que se haga el cambio prometido. No olvida que ella es el poder que se construye a diario en su resistencia cotidiana, en cada casa, en cada calle;
“Con el paso de las horas, fue quedando claro que, eso que se vio ahí, es lo que hacen los equipos de campaña, ni más ni menos.”
Liberalismo, conservatismo y uribismo son ‘ismos’ que antes garantizaban el triunfo electoral. Hoy son una especie de estigma que ningún candidato quiere llevar. Todas y cada una de las candidaturas que recibieron el apoyo de ellos perdieron irremediablemente.
Las campañas entraron en dos estrategias: despertar miedo o entusiasmo y desprestigiar a los rivales, en especial si los candidatos no tienen programas ni buenas propuestas.