El cine, la música, la literatura son parte esencial de ese quehacer cultural que, en ocasiones, en nuestro país, cae en el ruido, la pirotecnia o el activismo cultural que nada dejan.
El cine, la música, la literatura son parte esencial de ese quehacer cultural que, en ocasiones, en nuestro país, cae en el ruido, la pirotecnia o el activismo cultural que nada dejan.
Vienen las elecciones de alcaldes y gobernadores, y el pueblo-pueblo pasará factura.
Los petristas radicales (cada vez menos, pero feroces) verán en el libro una afrenta al Gobierno.
Es un atropello al saber del Pacífico, a una cultura, a una cosmogonía, al pluralismo étnico y multicultural.
¿Quién maneja los contratos de concesión y controla esos recursos?
William Ospina nos ha sorprendido por su directa y valiente inmersión en el mundo político-electoral.
Su nombramiento cae bien en el sector cultural, ante quienes esperaban el cambio.
La próxima gobernadora, con el concurso de los vallecaucanos, tendrá una apuesta importante por la música.
El 77 % de los pregrados de derecho en el país no son de alta calidad.
El silencio del Gobierno del cambio es ensordecedor. No hay un destello para el sector cultural.
Cuánto envidiaría Edgar Allan Poe una pasadita por la Casa de Nariño.
Cada vez que la Corte Constitucional se pronuncia sobre del aborto, se crea un escándalo.
En estos álgidos momentos del Gobierno, un ministro de Cultura debería asumir una vocería importante, intentar unir más que desunir.
La alcaldesa y el gobernador seguramente tendrían la aceptación de la ciudadanía.
Roy Barreras deja a sus lectores una confesión, su piel, incluso.
9 meses de Gobierno y las encuestas demuestran ese desafecto hacia el gobernante.
En la reciente Feria Internacional del Libro (FilBo), William Ospina presentó la novela ‘Pondré mi oído en la piedra hasta que hable’, que venía escribiendo muchos años atrás.
Ese pensamiento mesiánico que tiene todo ególatra no podía dejar, por lo menos, dejar lo que funciona bien.
En la reciente edición de las novelas de Mutis, han puesto una cintilla que dice: “Todos somos Maqroll”, y es verdad. Algo de ese Gaviero llevamos todos en nuestra existencia, conscientes o inconscientes, pero ha impregnado nuestro mundo.