¿Y dónde quedó la tercera vía?

En vísperas de las elecciones de octubre, soplan vientos centrífugos alrededor de las principales ciudades y regiones del país: polarización política que dista mucho del soñado equilibrio ideado por Giddens, según el cual, “el mercado, lo suficiente; y el Estado, lo necesario”.

El próximo 29 de julio conoceremos, oficialmente, los(as) candidatos(as) que postularán sus nombres para ser elegidos alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y ediles de las Juntas Administradoras Locales, a lo largo de los 1103 municipios y 32 departamentos del país.

Mucho de lo mismo de siempre y, como pintan las cosas, veremos una reedición de la decepcionante e ilegítima competencia electoral colombiana.

Es penoso, pues en medio del radicalismo que soportamos y con miles de evidencias alrededor del mundo que demuestran lo nefasto que resulta para las naciones no trazar líneas de entendimiento entre sus dirigentes, por cuatro meses, y a escala regional, se debatirá si es mejor hacer más grande el Estado o reducirlo a su mínima expresión; o si es la izquierda o la derecha, la que entiende cómo hacer eficiente la inversión para producir bienes y servicios de calidad para los ciudadanos.

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En coyunturas como la actual —extendidas en gran parte del planeta—, bien vale la pena recordar el llamado a la razón (de Estado) que ha supuesto la filosofía política de la tercera vía, término acuñado originalmente por el sociólogo británico Anthony Giddens y adoptado por Tony Blair, exprimer ministro del Reino Unido (1997-2007), junto con otros líderes de centroizquierda en la década de 1990.

Este pensamiento promueve la idea de combinar elementos de la socialdemocracia y el liberalismo económico para encontrar un equilibrio entre la justicia social y el libre mercado, haciendo un énfasis en la modernización y la adaptación a los cambios que trae consigo la desaceleración económica, el cambio climático y las migraciones, entre otras problemáticas locales y globales.

Advirtiendo que cuestiono, en buena parte, su trasegar político y sin el ánimo de ofrecer apologías innecesarias, hay que recordar que quien ha abanderado en Colombia la tercera vía, inicialmente, en medio del fallido gobierno de Ernesto Samper, fue el entonces jugador de la derecha, Juan Manuel Santos, amigo personal de Tony Blair y pieza clave en su política internacional, que hablen por sí solos los indicadores, pero quizás el hoy expresidente supo comprender la naturaleza de este pragmático enfoque.

Un par de décadas después, bajo la sesuda tesis de “los dividendos de la paz“, Santos no solo apostó su capital político a terminar el conflicto armado interno Farc (y, de forma truncada, con el ELN) —determinantes en la inestabilidad social y el mayor desincentivo al clima de inversión pública y privada—, sino que también materializó importantes logros como la reducción de la pobreza monetaria, que pasó del 37,2 % en 2010 al 26,9 % en 2018; o lograr la adhesión de Colombia a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), escenario desde el cual se nos exhorta a mejorar nuestras políticas públicas. 

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Además del conflicto interno, no es una novedad decir que hemos enfrentado problemas complejos asociados a la desigualdad socioeconómica, el narcotráfico y la corrupción, fragmentando nuestra base social y afectando notablemente el Índice de Desarrollo Humano (IDH), en especial en las zonas periferia y en factores como educación, servicios desalud y la generación de ingresos producto del empleo formal.

Tampoco lo es asegurar que el radicalismo que hoy nuestros dirigentes políticos escenifican frustrará cualquier oportunidad de deliberación sensata, incluyente y con visión de largo plazo. Diálogo de sordos que continuará dividiendoa la sociedad hasta el límite del más absurdo desorden urbano y ya endémica anarquía de zonas apartadas. 

Como he insistido, el debate debe superar las vanidades de izquierdas o derechas y evitar el sinsentido de un ’centro político’ que, en la práctica, no existe.

Fortalecer nuestra imperfecta democracia implica abordar las causas estructurales de los conflictos y las desigualdades, focalizando, eficientemente, el destino de los recursos de inversión, así como con la promoción de la paz y la reconciliación a todo nivel. También, comprendiendo que la superación del Estado fallido se basa en un férreo principio de autoridad y control territorial, ambos, ineludibles para la gobernabilidad, el fomento a la inversión y el crecimiento económico.

Sepan los candidatos que el verdadero cambio, sin carreta ni politiquería, se fundamenta en un ejercicio de empatía, por supuesto, pero también de ciencia, de datos, de proyectos realizables.

Por el momento, un llamado a que perfilen sus campañas con rigor y detalle al legado de la tercera vía, uncamino interesante para superar las divisiones ideológicas y los enfoques extremos. 

*Consultor, estratega y analista político. Experto en planificación y desarrollo económico territorial.
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