Las ‘Yellowjackets’ y la ira femenina

Las mujeres tenemos rabia. Hace mucho tiempo que nos dicen que este sentimiento tan normal, que todos tenemos, no debemos demostrarlo tanto porque no es bonito en una mujer. Y si las adultas estamos enojadas, las adolescentes, mucho más, porque, además, estamos en un momento de la vida en el que no sabemos qué queremos ni quiénes somos, en el que las consecuencias realmente no existen y expresarnos es inevitable.

En la televisión de los últimos años se están contando cada vez más historias en las cuales la ira femenina es protagonista en diferentes momentos de la vida. El mejor ejemplo de la ‘verdad incómoda’ que es ser un completo desastre a los ‘veintitantos’ o a los ‘treinta y pocos’ es Fleabag, una obra maestra de la comedia de Phoebe Waller-Bridge (que, además, se ve en unas tres horas).

También vemos esa inconformidad con el papel que jugamos en el personaje de Shiv, en Succession; y en Mare of Easttown, así como las diferentes facetas de la maternidad en Big Little Lies.

En estos ejemplos vemos ese lado más feo —por así decirlo— de ser una mujer adulta, que ya ha aprendido de sus errores y ha crecido lo suficiente para intentar entender el mundo donde vive y lo que este le exige.

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Pero ¿qué pasa con ser una niña, una adolescente, que tiene un afán casi frenético de quedar bien, que está confundida entre lo que los adultos esperan de ella y lo que ella realmente quiere?, y a la que, además, un error pequeñito se le convierte en un complejo mundo. De la que se burlan y tildan de ‘fácil’ porque disfruta de su sexualidad. Esa que por años ha dejado que su mejor amiga defina quien es, que le gusta y hasta que hacer, y apenas se está enterando de que ella tiene una vida para vivir cómo a ella le parezca.

Estas historias que conocemos y vivimos (o estamos viviendo), por mucho tiempo, se etiquetaron como poco interesantes. Se creía que no hacía falta contarlas y que, además, eran ‘rosa‘, superficiales, vacías; con protagonistas que caben en tres estereotipos (o cuatro, con sus variaciones): la reina del baile, la rarita y la que no es cómo otras; ignorando los matices, las preguntas y los dolores que son tan únicos de esa época.

Jugando con esas ideas, pero atreviéndose a ir más allá, Ashley Lyle y Bart Nickerson, en Yellowjackets, intentan responder a las preguntas: ¿Qué pasaría si un equipo de fútbol femenino adolescente se pierde en las montañas por 19 meses? ¿Cómo se ven las vidas de las sobrevivientes, 25 años después?

Vea el tráiler de Yellowjackets:

Si nos vendieron que los hombres, o mejor, los niños, cuando son alejados a la fuerza de la civilización, se convierten en bestias, como en El señor de las moscas; y que, en comparación, las niñas demuestran más moderación frente a sus impulsos.

Descubriremos pronto que es una concepción equivocada, porque dejadas a su suerte, las niñas van a ir, poco a poco, dejando de lado la mesura con la que fueron criadas para dejarse llevar por lo que el bosque esconde.

Yellowjackets hace poco estrenó su segunda temporada. La serie se estrenó originalmente en 2021, y, aunque me tardé hasta este año para verla, todo este tiempo los comentarios y críticas que leí la nombraban como una imperdible, no solo por el concepto, sino también por el elenco, la banda sonora, el elemento nostálgico de los noventa y la dirección.

Ahora que la vi, y estoy al día con los capítulos de la segunda temporada, voy a darles las razones para que, mujer o no, le dé una oportunidad a este equipo de fútbol.

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Primero, lo malo: en el caso de ‘Yellowjackets’, es igual a lo más raro

La serie está ligeramente basada en dos accidentes de avión de 1972: la expedición Donner y el desastre del vuelo de los Andes, donde las personas que sobrevivieron a ambas tragedias tuvieron que recurrir al canibalismo. Y sí, las Yellowjackets eventualmente empezarán con estas prácticas, pero cuando se vuelve explicito, ya perdió toda su gracia.

Este punto va directamente relacionado con el montón de temas sobrenaturales y misteriosos que, para mi gusto, nunca terminan de hacerme sentido; la serie en ningún momento explica si lo que las niñas experimentaron mientras estuvieron perdidas hacía parte de una histeria colectiva o si realmente en el bosque con ellas existía una fuerza, ente o energía oscura que se les ‘pegó’ y las llevó a hacer todas estas locuras.

Aunque parece más el segundo caso, lo que nos llevaría a una posible solución a las dudas, es un poco decepcionante que todo esto termine estando fuera de las manos de las niñas, lo que, para mí, tal vez, sería algo aún más extraño, atrevido e inteligente. Igual, es muy pronto para saber.

El último punto es, en gran parte, solucionado para la segunda temporada. Como lo decía mejor Javier Ibarreche, en TikTok, lo que a ellas les pasa en la montaña es 10 veces más interesante que lo que les pasa a las sobrevivientes en el presente, lo que significa que los saltos entre el pasado y el presente se vuelven muy tediosos.

Yellowjackets hace poco estrenó su segunda temporada
Yellowjackets hace poco estrenó su segunda temporada.

Ahora, lo bueno: en el caso de ‘Yellowjackets’, es igual a lo más enviciador

Lo primero es la premisa. Como ya se habrán dado cuenta, es el mayor punto a favor de la serie; porque toma todas las dinámicas ya establecidas en el día a día de las jugadoras y las pone a prueba de la manera más brutal y abrupta. En cuestión de horas, las jerarquías del equipo cambian completamente, los papeles que ellas estaban acostumbradas se derrumban y la necesidad de sobrevivir es más grande que las lealtades.

Esta lucha de poder de las adolescentes, tanto interna como externa, es llevada a la vida de una manera extraordinaria por el elenco, el cual es uno de los conjuntos de reparto mejor formados de los últimos años: Melanie Lynskey es incomparable como Shauna, quien, actualmente, no puede admitirse a sí misma que desea con todo su corazón volver a perder el control como cuando estaba joven y en el bosque; al tiempo que Sophie Nélisse hace un trabajo espectacular como una Shauna adolescente, a la que los secretos le pesan más que su edad.

Christina Ricci demuestra, en su Misty adulta, que es una actriz con un gran rango, y que en su carrera hay espacio para otros personajes icónicos, no solo el de Wednesday Addams. Misty es indescifrable, tanto de adulta como de joven, la segunda, interpretada por Sammi Hanratty y acostumbrada a ser subestimada, pero convencida de que lo que tiene para ofrecer es irremplazable.

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Y aunque se supone que Taissa (adulta, interpretada por Tawny Cypress y joven, por Jasmin Savoy Brown) debe ser la que se robe el foco, la más interesante de todas termina siendo Natalie: adulta (interpretada magistralmente por Juliette Lewis) es un desastre: se dejó consumir literalmente por sus demonios y la vemos salir como por sexta vez de narcóticos anónimos. De adolescente (Sophie Thatcher) demuestra ser pragmática, organizada y metódica, pero también se encuentra con Travis (Kevin Alves), el hijo gruñón del entrenador, una relación en la cual puede ser vulnerable.

Natalie es, de todas, las que mejor logra representar lo que pasa con una persona cuando sobrevive a un trauma inimaginable y no es lo suficientemente madura para sobrellevarlo.

Yellowjackets, la serie
Sophie Nélisse (Natalie), en Yellowjackets.

Además de ser muy talentosas, las actrices del elenco principal fueron muy bien escogidas: da miedo lo parecidas que son. Yo, por ejemplo, durante capítulos enteros juré que Shauna adolescente era Melanie Lynskey con CGI.

Yellowjackets
Shauna de adolescente y adulta.

La razón número uno por la que Yellowjackets vale la pena es que humaniza a las adolescentes, no las diluye a sus hormonas y sus problemas; no invalida sus luchas ni sus sentimientos; les deja perder el control, equivocarse y gritar su ira, sin suavizarla; porque parece que no existe una normalidad a la que regresar.

Pareciera que Paramount+ no tiene mucho que ofrecer como plataforma de ‘streaming’ y estuve a punto de renunciar a mi subscripción, pero seguiré contándola como uno de los males necesarios de la televisión de 2023 solo por las Yellowjackets, sus misterios, su onda caníbal, su música noventera y su ira femenina.

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