“Yo di la orden”

Me pregunto si no sería mejor que Álvaro Uribe envejeciera plácidamente, retirado del menjunje político y la algarabía mediática. Y llegara, al fin de sus días, con la gloria de ser un presidente pacificador. Muchos creen que, en realidad, fue eso. Pero si así lo fuera, habrá que recordar que los pacificadores siempre cargan sobre sus hombros, y muchísimo más allá de su muerte, el peso de múltiples ignominias. La paz en los pacificadores posee, inevitablemente, el matiz de lo funesto. Y termina siendo la suya, para la posteridad, una paz sucia.

Pero insisto en que Uribe debió haber sopesado la posibilidad de retirarse de la vida pública y terminar como uno de esos poderosos que, en sus vastas mansiones, riegan matas, acarician sus mascotas y departen con sus familiares. Así los recuerda, de hecho, una de esas canciones del gran rock: son hombres probos los que conducen las ovejas al matadero.

Pero Uribe reconoció que, si se bajaba de su papel de líder, el monstruo de su pasado se lo devoraría con mayor rapidez. Por ello continúa diligente. Y desde que se convirtió en lo que es ahora, un ícono político cada vez más venido a menos, no se ha permitido un solo día de sosiego. Como si su destino, y el de Colombia entera, fuera padecer su figuración permanente. Las cosas, de todas formas, han llegado a tales extremos que Uribe ha salido a la calle y ha dicho abiertamente: “Yo di la orden”.

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Verlo en semejante confrontación con los jóvenes me ha producido una mezcla de indignación y esperanza. Indignación porque Uribe ha dicho ser el principal responsable de esa orden. Y no solo de la orden para que el dios de fuego, que él supo encarnar, entrara a la comuna 13 de Medellín y ocasionara las peores violaciones de los derechos humanos en toda la historia de nuestras ciudades masificadas, sino de otras órdenes más.

De aquellas, por ejemplo, que culminarían en el asesinato de miles de muchachos inocentes, cubiertos hoy por el eufemismo de “falsos positivos”. Asquerosamente fría, sin duda, la expresión. Infames quienes idearon y cometieron los crímenes. Espantosa la política de Seguridad Democrática que este expresidente sigue justificando con desparpajo.

Indignación porque, una vez más, no pasa nada con la enclenque justicia colombiana. Han caído muchos de esa cadena delictiva: parapolíticos, paramilitares, paraempresarios. Pero todavía no ha caído la gran cabeza.

Opinan algunos que juzgar a Uribe por lo que hizo durante su carrera política –desde la Alcaldía en Medellín hasta la Presidencia en Colombia– y enviarlo a prisión significaría provocar una guerra civil. Habrase visto glosa más perversa. Así, supongo, dijeron con Fujimori en el Perú. Cuando la justicia obra como debe, provoca remezones, pero también una indispensable impresión de alivio en la sociedad.

Uno esperaría que la JEP llevara a cabo ese juicio y esa condena. Y que con el actual Gobierno esto se diligenciara con más rapidez. Sin embargo, tal conjunción no será capaz o no se atreverá a hacerlo. El aparato judicial colombiano, a pesar de lo positivo que le ha sucedido después de los acuerdos de paz, sigue enfangado en la corrupción y está cooptado por las fuerzas que el mismo Uribe engendró.

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Y me ha suscitado esperanza ver a los jóvenes enfrentar a quien fue el presidente de un gobierno homicida. Esperanza al verlos allí, ante esa figura autoritaria y gris, mostrando la pancarta donde se recuerda lo que nunca debió ocurrir. Porque esa pancarta y esos jóvenes quieren decir que no afirmaremos, con el cinismo amnésico con que alguien le responde a uno de los Buendía ante la masacre cometida en Cien años de soledad, que aquí no ha pasado nada.

En Colombia, desde que existe como nación, han pasado muchas cosas horrorosas. Pero las que ocurrieron durante el mandato de Álvaro Uribe han sido, acaso, las más siniestras. Y así él hubiera optado por el recogimiento apacible, y no se hubiera dedicado a intervenir en la batahola política como lo sigue haciendo, la justicia se encargará de él. Y no me refiero a la institucional, sino a esa que viene, como un torrente imparable, de la ciudadanía. A esa que hoy está ayudando a construir una memoria activa en las generaciones futuras y que señala, con valentía, al que sigue enardecido por haber dado la orden.

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12 Comentarios

  1. Valeroso Pablo, también su novela La sombra de Orión, como su vertical y bien informada posición denunciando las sucias acciones de este decadente político que tanto dolor ha causado a Colombia, son ejemplo y modelo de vida y del oficio de escritor asumiendo compromisos sociales, – como pocos en Antioquia y Colombia-, que servirán de ejemplo a todos estos jóvenes.

  2. Santiago Otálvaro Arango

    Ahora hay un candidato al Concejo de Medellín refiriéndose a, como la llamas, esa entrada del «dios de fuego» a la comuna 13 como la «Salvadora Operación Orión». Y si bien, como dices, la figura de Uribe ha venido a menos, todavía envalentona a estos personajes que ya no solamente dicen que «aquí no ha pasado nada», sino que justifican eso que pasó como necesario. Aún así hay esperanza cuando encontramos columnas como esta y obras como «La sombra de Orión» que nos permite recordar lo que otros quieren ocultar. Gracias, Pablo.

  3. ELIZABETH MORALES VILLALOBOS

    Si Pablo, hay que saludar la valentía de los jóvenes de hoy, valentía que le hizo falta a tu generación y que por el contrario en vez de denunciar la cobarde persecución contra la izquierda, que trajo consigo el exterminio de un partido político; tu y muchos jóvenes de tu época utilizaron la violencia contra la oposicion politica de la epoca, para conseguir beneficios particulares para sus proyectos personales.

  4. Luis Germán Sierra J.

    Lo último que hizo ese decrépito asesino fue emprederla contra Rodrigo Uprimny, porque dijo lo que ya es vox populi: que fue él quien dió la orden. Lo dice él mismo, pero vanagloriándose de hacerlo en la comuna 13: esa otra masacre emprendida por él.
    Su destino, querido Pablo, es no descansar. Ni del poder ni de terrateniente ni de haber robado mucho dinero y defenderlo. Pobre!
    Y que no descanse. Es su destino, no creés?

  5. Olga L. Henao Sierra

    Es esperanzador saber que muchos están luchando por esclarecer la verdad y no permitir que estas horribles cosas vuelvan a suceder. Necesitamos que no se continúe con esas políticas Nazis, ultraderechistas y macabras. Con alegría he visto Como ese llamado a la marcha, Neonazi, de antorchas, citada por Uribe, fracasó.

  6. No podemos dejar en la sombra de la impunidad ésa masacre continuada, comandada por éste éste decrépito asesino y facho personaje… no me lo imagino como un abuelo bonachón regando las matas en su “humilde pocilga”

  7. Julio César Londoño

    “Colombia es un poquito paraca”.
    Felipe López, expropietario de la revista Semana (la buena), hijo de López Michelsen, en la entrevista-libro que le concedió a la “periodista” paraquita María Isabel Rueda.

  8. Juan Fernando Uribe D

    Aún no se ha hecho realidad un llamado a juicio por los asesinatos de muchachos ajenos a la guerrilla. Hoy está por iniciarse un juicio por sobornos a testigos y falsificación de documentos. Pero el tiempo trascurre y a un solo año del actual gobierno LAS COSAS ESTÁN MUY DISTINTAS, ya los coletazos de los anteriores mandatos van desapareciendo y se impone una nueva realidad sobre Colombia. La labor pedagógica de nuestro presidente ha sido contundente y los resultados, en todos los órdenes, ya se empiezan a mostrar. En un año veremos cosas que nunca imaginamos, menos una guerra que a nadie interesa, menos a los amos del poder. En especial a Uribe que no ha completado su venganza.

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